Miércoles de Ceniza
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- Martes, 04 Marzo 2014 12:37
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Cartas 85 [1] en Obras Completas, BAC (2000), Vol IV, pp. 352-354
Dios dé a vuestra merced buenas cuaresmas, y que así tome la ceniza del principio, que siempre permanezca en su ánima la santa humildad, significada por ella; porque a quien Dios le da conocimiento de quién ha sido cuando andaba apartada de Dios, líbralo de gran ceguedad y hácele capaz de todos los bienes. No de otra parte vienen todos los pecados, sino de la soberbia (cf. Ecl 10,15), ni a otra se da la gracia, que es madre de las virtudes, sino al humilde (cf. Sant 4,6). El soberbio busca su honra, y aflígele con la deshonra; el humilde avergüénzase de que lo tracte bien, y huélgase con su desprecio, porque en aquello se hace justicia. Todo le falta al soberbio y todo sobra al humilde, porque aun de la tierra que huella se conoce indigno, y los mismos infiernos tiene por pequeños para castigo de sus pecados. El soberbio no cabe aun consigo solo; el humilde, con todos, porque a todos se abaja y a todos sufre, y parece al soberbio cosa muy recia seguir tras la voluntad del hombre o de Dios; mas el humilde subjétase y apócase, y cabe por la puerta angosta de hacer el hombre la voluntad de Dios.
Mire, pues, señora, qué de bienes vienen con la ceniza de la humildad, y no esté sin ella, porque no esté sin Dios; y acuérdese que la ceniza se hace de leña quemada, mas nuestra humildad viene de Jesucristo, muerto con fuego de amor y tormentos en cruz. No quite sus ojos de aqueste espejo, porque no pierda la hermosura que Dios le ha dado y después sea mala de tornarla a cobrar. Coja santos ejemplos de la pobreza, hiel y vinagre, deshonras, dolores, compañía de sayones y de todo lo demás que el Hijo de Dios por nosotros pasó, y esfuércese con estas armas a la guerra que le está aparejada, que, cierto, mucho queda que andar, y no sé si hemos bien a buenas comenzado el camino. Acuérdese con qué aliento comenzó a servir a Cristo, y no se detenga agora en el camino; mas, desnuda de todo lo criado, a Aquel sólo encierre en el corazón, que la tiene a ella sellada en el suyo. Gran fidelidad es obligada a tener a tal y tan alto Señor y véola tan en peligro, si se descuida, porque el Señor quiere ser diligentemente servido, mayormente de quien particularmente escogió, y lo que en otras sería cosa liviana, en éstos es grande y muy de culpar; porque el particularmente amado, particularmente ha de servir y amar.
Si un poco, señora, se descuida, crecerán en su corazón malas hierbas que le ahoguen la buena que el Señor siembra, y por una mala deja el Señor todo el campo y se va de él, porque Él lo quiere todo entero y muy por entero, pues todo entero se entregó por él, y quien quiere dar parte de sí a Cristo y parte retener para sí, entrambas partes pierde, porque ninguna toma Cristo; y la planta que Él no planta, caer se tiene por fuerza. […] Ansí se enseñorea de la persona que a Dios ama su amor y temor, que en todo anda recatada por no le perder, y muchas veces aun huye de las cosas lícitas por no caer en ilícitas; todo lo renuncia, por alegre que le sea; todo lo olvida, por amado que le sea; todo lo sufre, por penoso que sea; y, por tener contento a su Dios, pierde todo lo que no es él.
Señora, demos una carrera esta cuaresma, que no sabemos si veremos otra; […] Abramos los ojos y tomemos el negocio de Dios muy de veras, que el Señor es muy gran Señor y quiere ser fielmente servido. Encerrémonos dentro de nos y digamos: En mi nidillo, moriré (Job 29,18); y escudriñemos las raíces de nuestro corazón, si están echadas en otra cosa que en Dios; y cortemos el amor de la honra y el amor de la carne y vida y voluntad propria tan de raíz, que podamos decir con San Pablo: Vivo yo, ya no yo, mas vive Cristo en mí (Gál 2,20), de manera que ninguna deshonra nos parezca grande, ninguna carga nos parezca pesada, ninguna cosa nos parezca para desear, si solo Dios no, y ninguna para huir ni desechar, si su ofensa no. Esto no se hace jugando ni dormiendo, mas reventando y velando, y llorando y pidiendo la mano a quien todo lo puede; y mírese que lo que queda sea bien guardado del polvo de la soberbia y del viento del parlar; y lo que el Señor dice, que sea oído con reverencia y sea obedecido con presteza, y que no sea menester que le diga una cosa dos veces.
Sea diligente en todo, porque el día que ha de salir a plaza su corazón y su vida se alegren todos los que la aman y bendigan a Dios en ella, cuando vieren que es recebida en el celestial tálamo de Jesucristo, su señor y esposo, donde, libre de todo peligro, goce de Aquel que acá con todo su corazón deseó y buscó, el cual la esfuerce en esta pelea y le dé fuerza para le servir y seguir, aunque sea en tormentos de cruz. Y no se olvide de me encomendar a su Majestad, pues yo no me olvido de vuestra merced.