"More allí, señora, no de paso"

Carta 125, en Obras Completas, BAC (2000), Vol IV, p. 459-461

A UNA SEÑORA

crucificado[…] Estése, señora, en las llagas de su Señor, pues por sanar las de ella pasó Él aquéllas. Y si no es para pasar ella por Él otras tales, sea para agradecérselo a Él y para compadecerse con Él y llorar porque sus pecados le pusieron en aprieto tan grande. More allí, señora, no de paso, como por venta, como los que pasaban por el camino y movían sus cabezas blasfemando del Señor (cf. Mt 27,39), sino esté de reposo muy fijada par de la cruz, como [la] Virge[n] y Madre y el amado discípulo y las otras santas mujeres. Porque los que de paso se pasan por este beneficio tan grande, ni lo conocen, ni agradecen, ni les queda más que el sonido; y algunos, como son los infieles, con blasfemar de Él, porque no se paran a mirar despacio esta gran maravilla de amor. Mas el cristiano que mora aquí, dice de corazón: Ésta es mi holganza en el siglo del siglo; aquí moraré, porque la escogí (Sal 131,14). […]

Allí, señora, hallará remedio para la ponzoña de las falsas alabanzas, y avergonzarse ha de verse ella honrada y pregonada por buena, viendo al que de verdad es bueno y santo de éstos ser pregonado por malo y engañador. Allí verá cuán poca razón hay para pensar que es digno de estima, en cuanto es de su parte, lo que ella hace; pues tan falto es, cotejado con lo que el Señor hace allí y con lo que ella debía hacer. Mírese, señora, en este espejo, y verá bien las manchas de su rostro; pues aun cuando más mansa ha estado, si se coteja con la mansedumbre de Él, será su mansedumbre como ira; y su obediencia, cotejada con la de Él, será muy suelta, y su  humildad muy soberbia. Mas el mundo ciego piensa que no hay otros pecados sino los que él conoce por malos. Otros son los ojos de Dios, otra la regla con que nos mide, en la cual muchas veces se halló falto lo que en los ojos de los hombres parecía muy justo y cabal. […]

Quien quiere algo de la cruz del Señor ha de recebirla como a una preciosa reliquia, con mucha reverencia y agradecimiento, y estimarla en más que otro estimara todo el tesoro del mundo. Y porque hay pocos que estimen como deben las reliquias de la cruz, por eso el Señor no se las da, porque quiere que su cruz sea honrada y muy amada y llevada con gozo. Y así déjanos en nuestra niñez, sin enviarnos ejercicios de varones; cuanto más si nos derribamos con impaciencia o demasiada tristeza en alguna cosa de estas que nos envía. Así que, señora, si tiene mucho amor del Crucificado, Él le dará parte de su cruz: mire bien que la reciba como empresa de grande honra, como dice a la esposa: Ponme como sello en tu corazón y sobre tu brazo, porque fuerte es el amor como muerte (Cant 8,6).

También Viernes Santo 

Incorporados a Cristo por la comunión, poseemos el corazón del Padre

Sermón 34, en Obras Completas, BAC (2000), Vol III, pp. 417-427

 28. ¡Maravillosa cosa!, que come al Señor el pobre, y el siervo, y el bajo; y por juntarse con Él, suben a tanta dignidad, que participan de ser amados y mirados del celestial Padre con tales ojos, que sean todos ellos llamados por nombre de Cristo. Todos los que habéis sido baptizados dice San Pablovestido os habéis a Jesucristo. Ya no hay siervo ni libre, ni judío ni griego; no varón ni mujer; mas Cristo nuestro Señor es todas las cosas en todos (cf. Gál 3,27-28; Col 3,11).

Esto se hace en el baptismo espiritualmente; mas hácese por virtud de aquel Señor que allí está, debajo de especies de pan; y aquello se llama comerlo espiritualmente, y en el altar corporalmente y sacramentalmente, para ir bien hecho. Y la unión que se hace en el baptismo invisiblemente, aquí en el altar se representa visiblemente; porque comiendo a Cristo somos comidos de Él, unidos con Él como miembros con la cabeza.

29. Y también el que se baptiza o recibe cualquier sacramento (dejado el postrero, que es el de la extremaunción) no ha de parar allí, mas recebir sacramentalmente el cuerpo de nuestro Señor, como el fin y consumación de los otros sacramentos. Y aunque en los otros sacramentos se represente algún efecto particular de gracia, como es renacer por el santísimo baptismo, ser perdonados por la absolución sacramental, y así en los demás; mas en este dignísimo sacramento, donde reside el mismo Señor, fuente de todas las gracias, es significado el fin de toda la ley y la perfección de todas las obras, que es la unión del amor; y que estos bienes, que en los otros sacramentos se dan, aunque se dan por Cristo, se dan por vía de estar unidos con Cristo.

30. Y pues habéis visto que en Él, como en fuente están todos los bienes, y en Él el amor y corazón del Eterno Padre, corramos los sedientos a las aguas (cf. Is 55,1), los pobres al rico, los descaminados a nuestro camino, los extranjeros a la casa de nuestro refugio. Aunque mucho nos cueste comer con limpieza de conciencia este santo bocado, sufrámoslo todo, pasémoslo todo; pues comiendo bien este celestial Pan que del cielo vino (cf. Jn 6,50), Jesucristo nuestro Señor, nos convertiremos en Él, y por Él poseeremos por nuestro el corazón de su Eterno Padre, el cual no se contentará con coronar con corona de honra a su unigénito Hijo, mas hará que desde Él, que es cabeza nuestra, descienda la honra y gloria a sus miembros, que somos nosotros, y desde el cuello hasta la uña del más chico dedo, nos hermosea, nos cura, nos viste y nos mira como a cosa conjuntísima con su unigénito Hijo.

Bástenos, pues, tener a tal Padre por padre, aquí por gracia, y después (como San Felipe pidió [cf. Jn 14,8]), viéndolo en la majestad de su gloria.

También Sermón 33 Jueves Santo