El cuidado de aparejar posada
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- Viernes, 14 Diciembre 2012 17:07
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Carta
El cuidado de aparejar posada a nuestro Señor y de saberlo tratar no se debe pasar por alto en el tiempo que el Señor viene a convidarse consigo mesmo, deseando aposentarse en nuestras entrañas. Y si esta merced entendiésemos, abastarnos hía para engrandecerle a Él y estimarnos a nos y desestimar todo lo que acá hay. ¿Qué mayor grandeza de Dios que no tomar asco de nuestras llagas y abajarse a morar en nosotros, siendo los cielos chicos e impuros para ser casa de Él? ¿Qué cosa es ver a Dios a la puerta de una ánima, llamando y rogando que le dé posada para bien de ella? ¿De qué me maravillaré más, de pedir Dios o de negarle su criatura lo que le pide su Criador? ¿De convidarse Dios o desconvidarle la criatura? […] ¿a quién decís no? ¿A quién cerráis la puerta de vuestro corazón, pues éste es el que lo hizo y el solo que lo puede contentar y hacer bienaventurado? Dios os quiere, y no le queréis; míraos Dios, y volvéis las espaldas vosotros; y siendo amados, desamáis.
[…] Agradezcámosle que nos quiere por casa […] Oigamos este mensaje de Dios, que quiere venir a nos […] Y pónganos cuidado la grandeza del Huésped para ataviarle la casa, aunque no como su alta dignidad pide, mas a lo menos cuanto nuestra flaqueza pudiere; pues que en ninguna cosa nos podemos y debemos mejor emplear que en dar posada apacible al que nos crió y a quien la ha de ser nuestra en su reino. […] La humildad le pone el cimiento a la casa, las paredes las cuatro virtudes, el alto de ella es la caridad, porque es cumplimiento de todo.