"More allí, señora, no de paso"
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- Jueves, 28 Marzo 2013 14:00
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Carta 125, en Obras Completas, BAC (2000), Vol IV, p. 459-461
[…] Estése, señora, en las llagas de su Señor, pues por sanar las de ella pasó Él aquéllas. Y si no es para pasar ella por Él otras tales, sea para agradecérselo a Él y para compadecerse con Él y llorar porque sus pecados le pusieron en aprieto tan grande. More allí, señora, no de paso, como por venta, como los que pasaban por el camino y movían sus cabezas blasfemando del Señor (cf. Mt 27,39), sino esté de reposo muy fijada par de la cruz, como [la] Virge[n] y Madre y el amado discípulo y las otras santas mujeres. Porque los que de paso se pasan por este beneficio tan grande, ni lo conocen, ni agradecen, ni les queda más que el sonido; y algunos, como son los infieles, con blasfemar de Él, porque no se paran a mirar despacio esta gran maravilla de amor. Mas el cristiano que mora aquí, dice de corazón: Ésta es mi holganza en el siglo del siglo; aquí moraré, porque la escogí (Sal 131,14). […]
Allí, señora, hallará remedio para la ponzoña de las falsas alabanzas, y avergonzarse ha de verse ella honrada y pregonada por buena, viendo al que de verdad es bueno y santo de éstos ser pregonado por malo y engañador. Allí verá cuán poca razón hay para pensar que es digno de estima, en cuanto es de su parte, lo que ella hace; pues tan falto es, cotejado con lo que el Señor hace allí y con lo que ella debía hacer. Mírese, señora, en este espejo, y verá bien las manchas de su rostro; pues aun cuando más mansa ha estado, si se coteja con la mansedumbre de Él, será su mansedumbre como ira; y su obediencia, cotejada con la de Él, será muy suelta, y su humildad muy soberbia. Mas el mundo ciego piensa que no hay otros pecados sino los que él conoce por malos. Otros son los ojos de Dios, otra la regla con que nos mide, en la cual muchas veces se halló falto lo que en los ojos de los hombres parecía muy justo y cabal. […]
Quien quiere algo de la cruz del Señor ha de recebirla como a una preciosa reliquia, con mucha reverencia y agradecimiento, y estimarla en más que otro estimara todo el tesoro del mundo. Y porque hay pocos que estimen como deben las reliquias de la cruz, por eso el Señor no se las da, porque quiere que su cruz sea honrada y muy amada y llevada con gozo. Y así déjanos en nuestra niñez, sin enviarnos ejercicios de varones; cuanto más si nos derribamos con impaciencia o demasiada tristeza en alguna cosa de estas que nos envía. Así que, señora, si tiene mucho amor del Crucificado, Él le dará parte de su cruz: mire bien que la reciba como empresa de grande honra, como dice a la esposa: Ponme como sello en tu corazón y sobre tu brazo, porque fuerte es el amor como muerte (Cant 8,6).
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