No le dejemos pasar sin que le constriñamos a que nos visite

Carta 35, en Obras completas,  BAC (2000) Vol IV, pp. 189-191

Ven, Espiritu Santo

Domingo de Pentecostés

[…] Porque, según el mesmo Señor lo prometió, el Espíritu Santo venido había de declarar a Jesucristo (cf. Jn 16,14) y había de dar testimonio de Él (cf. Jn 15,26); para que los discípulos y el mundo lo conociesen, y conociéndolo entendiesen que todo el bien les venía por Él, y le diesen servicio como a verdadero y agradecimiento como a copioso bienhechor, y ansí quedasen más ligados con cuerdas de amor con el ausencia, que primero lo estaban en presencia, y probasen cuán fuerte amor les es el Espíritu Santo, y cuán de verdad hace amar al bendito Verbo de Dios, del cual procede y en el cual descansa; y no dudasen de pregonar aunque les costase la vida.

Si tuviésemos parte de esta fiesta acá dentro en los corazones, celebraríamosla bien en lo de fuera. Y si fuese nuestra ánima rociada con alguna gota de agua de este río caudal que procede de la silla de Dios y del Cordero (Ap 22,1), sería apagada en nos la sed de todo lo de este mundo, y con el celestial rocío seríamos refrescados de nuestra sequedad y dureza en que estamos tibios, malditos y estériles […]. Porque ansí es poderoso este Espíritu, y su fuego que hacia arriba sube, haciendo amar y confiar de Dios, que ninguna agua de tristeza y tribulación lo puede apagar (cf. Cant 8,7), mas, siempre vivo y metido en las entrañas, abrasadas tan de verdad que mata todo lo que mal vive y hace que ni aun la misma muerte no venza al que Él ha mortificado con aquesta venida.

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Fiesta de la Ascensión

Sermón 18, en Obras completas, BAC (2000) Vol III, pp.228-241

Nos dio esperanza viva de la heredad incorruptible

 2. Ascendens Christus in altum, etc. (cf. Ef 4,8). Dios dé a vuestras mercedes muy buenas Pascuas. Ya sabéis como hoy se nos fue al cielo nuestro Señor. No es pequeño negocio saber qué hemos de sentir de esta subida. Estaremos hoy alegres y estaremos llorosos. Nuestro deseo parece que se inclina a tener presente a Jesucristo en forma mortal, para que lo viéramos con ojos de carne y gozáramos de su conversación; mas Él a otra parte parece que tira. «Discípulos míos, les dijo un día, voy al que me envió y por esto que os he dicho estáis tristes» (Jn 16,5). Dice: «Si me amásedes, gozaros Híades porque me voy al Padre (Jn 14,28), que el verdadero amor más mira al bien del amado que el contentamiento propio. Yo voy glorioso al cielo. Voy a reinar allá, porque todo el poder me es dado, en el cielo y en la tierra (Mt 28,18): desde allá lo mandaré todo, el cielo y la tierra, y el mar y el infierno. Pues voy a dignidad tan alta, ¿por qué os entristecéis?». […] Dijo en otra parte a la Madalena: Decid a mis hermanos que subo al Padre mío y al Padre vuestro, al Dios mío y al Dios vuestro (cf. Jn 20,19).

4. El Señor sube hoy a lo alto y está hoy reinando para siempre. Ahora hablemos en lo que plega a su majestad nos quiera ayudar. […]. ¿Qué pensáis que os he de decir de parte de Dios? Había de predicaros albricias: O Israel, quam magna est domus Dei, et ingens locus possessionis eius! (Bar 3,24). ¡Oh Iglesia, y si supiésedes el bien que os tiene Dios guardado, y cuán grande es la casa de Dios! Algunas veces me paro a pensar, Señor, que unos hombrecitos de capote, una mujercita que trae un manto roto y raído, se ha de sentar entre los ángeles en tu gloria. ¡Oh bendita sea vuestra bondad!

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