Fiesta de la Ascensión

Sermón 18, en Obras completas, BAC (2000) Vol III, pp.228-241

Nos dio esperanza viva de la heredad incorruptible

 2. Ascendens Christus in altum, etc. (cf. Ef 4,8). Dios dé a vuestras mercedes muy buenas Pascuas. Ya sabéis como hoy se nos fue al cielo nuestro Señor. No es pequeño negocio saber qué hemos de sentir de esta subida. Estaremos hoy alegres y estaremos llorosos. Nuestro deseo parece que se inclina a tener presente a Jesucristo en forma mortal, para que lo viéramos con ojos de carne y gozáramos de su conversación; mas Él a otra parte parece que tira. «Discípulos míos, les dijo un día, voy al que me envió y por esto que os he dicho estáis tristes» (Jn 16,5). Dice: «Si me amásedes, gozaros Híades porque me voy al Padre (Jn 14,28), que el verdadero amor más mira al bien del amado que el contentamiento propio. Yo voy glorioso al cielo. Voy a reinar allá, porque todo el poder me es dado, en el cielo y en la tierra (Mt 28,18): desde allá lo mandaré todo, el cielo y la tierra, y el mar y el infierno. Pues voy a dignidad tan alta, ¿por qué os entristecéis?». […] Dijo en otra parte a la Madalena: Decid a mis hermanos que subo al Padre mío y al Padre vuestro, al Dios mío y al Dios vuestro (cf. Jn 20,19).

4. El Señor sube hoy a lo alto y está hoy reinando para siempre. Ahora hablemos en lo que plega a su majestad nos quiera ayudar. […]. ¿Qué pensáis que os he de decir de parte de Dios? Había de predicaros albricias: O Israel, quam magna est domus Dei, et ingens locus possessionis eius! (Bar 3,24). ¡Oh Iglesia, y si supiésedes el bien que os tiene Dios guardado, y cuán grande es la casa de Dios! Algunas veces me paro a pensar, Señor, que unos hombrecitos de capote, una mujercita que trae un manto roto y raído, se ha de sentar entre los ángeles en tu gloria. ¡Oh bendita sea vuestra bondad!

11. ¡Quién os lo supiese decir! ¡Aquel Dios que os crió, ha de ser vuestra joya y premio! El lunes os lo apunté a decir, y ahora lo quiero proseguir, que la principalísima causa de vuestra perdición es no tener confianza cierta de ir a gozar de Dios. […]. Dios ha de ser mi ración y mi corona: corona será Dios de gloria y guirnalda de alegría que porná a la cabeza a los que le sirven. Dios es mi ración, por eso ayunaré. Mis ojos, que han de ver a Dios, no es razón que vean vanidades; lengua que ha de alabar a Dios, no es bien que se ocupe en murmurar; cuerpo y alma que ha de gozar de Dios, no es justo que revuelque en el cieno. Si entendiésemos que hemos de ir al cielo, ese caso haríamos de lo próspero que de lo adverso. ¿Qué se me da de riquezas, pues espero las riquezas del cielo? ¿Qué se me da de trabajos, pues se han de acabar presto y luego he de ir a descansar?

16. —Mirad, dice San Juan, el amor que nos tiene Dios, que nos llamemos y seamos hijos de Dios. Hermanos, ahora somos hijos de Dios; aun otro mayor bien esperamos más que ser hijos de Dios. —¿Y qué más podemos esperar? —Cuando enhorabuena amanezca nuestro día, similes ei erimus. Seremos semejantes a Dios (1 Jn 3,1-2): Dios hermoso y tú hermoso, Dios poderoso y tú poderoso, Dios bueno y tú bueno, Dios impasible y tú impasible, Dios bienaventurado y tú bienaventurado. —¿De dónde nacerá tanto bien? —Porque veremos a Dios así como es Dios. […]

23. […] ¡Bendito sea Dios —¡razón tenéis de bendecirlo!—, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque según su gran misericordia nos engendró otra vez! Ya estábamos una vez engendrados de padre y madre pecadores, según la cual generación éramos hijos de ira, mas tornónos a engendrar otra vez de agua y de Espíritu Santo para que fuésemos herederos de Dios, y dionos esperanza, que hace alegrar el corazón, y sufrir con paciencia la tribulación —spe gaudentes, in tribulatione patientes (Rom 12,12): la esperanza que alegra el corazón, hace sufrir con paciencia los trabajos y tribulaciones—; dionos esperanza viva, porque Jesucristo resucitó de entre los muertos, para esperar una heredad incorruptible, limpia, fresca, que no se marchita, que está guardada en los cielos para vosotros, que estáis conservados en este mundo en fe y caridad.

 25. […] Mira, hermano, hoy sube Jesucristo al cielo a tomar la posesión por sí y por ti; es tu abogado, tu procurador, tu padre, tu hermano, tu mayorazgo, tu esposo, tu amigo. ¿Quién vido en el cielo la cabeza sin cuerpo? Y si la cabeza está colocada, los pies reciben gloria de la corona; y si el marido es rey, la mujer es reina; y si él es rico, ella es rica. Reinando Cristo, reinamos todos con Él; si el hijo es rico, la madre, que lo ama como a sí misma, rica está con la riqueza del hijo.