28 de agosto. San Agustín

Carta 26, en Obras Completas, BAC (2000), Vol IV, pp. 159-165.

"A UNA DONCELLA QUE LE PREGUNTÓ QUÉ COSA ERA CARIDAD"

Respóndele a su pregunta, enseñándole, por el amor y caridad de los santos en el cielo, el amor y caridad que ella ha de tener a Dios y a los prójimos en la tierra

Que el amor que los buenos devotos dicen ser caridad, que es cuando están encendidos en devoción, amando tiernamente al Señor, aunque es santo, empero no es de tan altos quilates como este santísimo amor que transforma las ánimas en su Amado. Nos convida la Escritura en muy muchos lugares, diciéndonos: Alegraos los justos en el Señor (Sal 96,12). Y San Pablo nos dice: Gozaos en el Señor. Y pareciéndole que no era consejo este para decirlo una sola vez, torna a repetir diciendo: Otra vez os digo que os gocéis (Flp 4,4). Esto mesmo nos dijo el profeta David cuando dijo: Deleitaos en el Señor, y daros ha lo que pidiéredes (Sal 36,4). Éste es el gozo en que se alegró la Virgen Santísima cuando dijo: Alegróse mi espíritu en Dios mi salud (Lc 1,47). Y con este gozo se alegró Cristo cuando dice San Lucas que se alegró Jesús en Espíritu Santo (Lc 10,21). Que su corazón y carne se alegraron en Dios vivo (cf. Sal 83,3), lo cual acaece cuando el ánima está con su voluntad (que corazón allí, voluntad quiere decir) actualmente amando y queriendo que el Señor sea en sí quien es. Y de la gran redundancia, que precede del alegría que esto tiene, se enciende la mesma carne en amor del Señor. Y por ser cosa tan divina y celestial este amor, por eso la Iglesia, regida por Espíritu Santo nos convida amar al Señor diciéndonos: Venid, alegraos en el Señor, y cantamos cánticos de alabanza a Dios nuestra salud (Sal 94,1). Y si queréis ver la excelencia de este amor, ejercitaldo, y veréis cómo no se satisface el ánima si no alaba al Señor. Que parece que, como ve en su Dios cumplido lo que allá quiere, prorrumpe luego en hacimiento de gracias por haberle cumplido su deseo en bendecirle, que es el mismo efecto que se sigue al amor del cielo, diciendo el profeta David: Bienaventurados son, Señor, los que moran en tu casa, que en los siglos de los siglos te alabarán (Sal 83,5). En este amor estaba inflamado San Agustín cuando dijo hablando con el Señor: Si vos fuésedes, Señor, Augustino, y yo Dios, haceros hía yo a vos Dios y hacerme hía yo Augustino. No creo que era menester traer más testimonios para probar la grandeza de este amor, porque la mesma razón dice que éste es el amor que saca al hombre de sí y lo transforma en Dios su amado.

Fiesta de la Asunción de Nuestra Señora

Sermón 71. Obras completas, BAC (2000), Vol III, pp. 974-988

 ESCOGIÓ LA MEJOR PARTE

1. La Virgen y Madre de Dios, para siempre bendita, siempre fue santa, ansí en su santa concepción como por toda su vida; mas ansí como fue llena de gracia (Lc 1,28) y santidad, como el ángel dijo, así fue también en esta vida muy lastimada con trabajos, según parece por las historias y por el santo evangelio. Y si bien miráis en sus fiestas, veréis en ellas su santidad y algún trabajo de qué compadeceros. […] Mas esta fiesta de hoy es de otra nueva manera, pues que así como en su vida se juntaron en ella trabajos con santidad, […] así hoy la que es santa como siempre lo fue, está del todo ajena de trabajos y tan llena de alegría, que así como su santidad es mayor que la de todos, así en gloria y gozo ninguno se le puede igualar, y excede sin comparación el bien y placer que hoy le es dado, entrando en el cielo, a los trabajos que en esta vida pasó.

2. Grande es la gloria que hoy le fue dada; y por eso, grande es la fiesta de hoy, así para ella como para los que bien la quieren. Y plegue a la misericordia divina que de tal manera nos aparejemos para esta gran fiesta, que en las mercedes que hoy recibamos sintamos que la sacratísima Virgen no es avarienta de los bienes que hoy Dios le ha dado […] Y si os da deseo de beber de esta agua, que quita para siempre la sed, conviene, en todo caso, que os aparejéis para celebrar esta fiesta con dispusición semejante a la dicha fiesta, y porque nuestra madre la Iglesia, como quien tiene el espíritu de Dios, conoce nuestra ignorancia […] quiere que sepamos que es menester prepararnos, y que esta preparación la hemos de pedir a Dios, y declara que ha de ser venir a esta fiesta munitos, iucundos, que es venir reparados, bastecidos y confortados, y también alegres. Porque así como en las otras fiestas de nuestra Señora la dispusición para bien las celebrar era venir santificados y con tristeza, así en ésta conviene venir confortados y bastecidos con santidad y venir alegres, para ser semejables a la sagrada Virgen, que, según hemos dicho, hoy está santa y llena de gozo.

6. Optimam partem elegit (Lc 10,42). Es aquí alabada por boca del Señor de que escogió lo mejor, y parece que es esto cosa tan común, que no hay quien otra cosa haga. Quien puede alcanzar riquezas, no escoge pobreza; ni enfermedad quien puede tener salud; no trabajos; ni quien puede ganar en un buen trato a veinte por ciento, se contenta con ganar diez. Y de esta manera es en otras muchas cosas, y tan usado, que no tienen por digno de alabanza a quien esto hacen, mas ternían por loco a quien otra cosa hiciese.

7. Hermanos, otra cosa debe ser de lo que el Señor alaba a su Madre, de que tuvo saber tanto y bondad, que escogió la mejor parte. Otra cosa debe ser lo que se llama mejor en la escuela de Dios y en su corte, que no sin causa dijo el Señor aquellas palabras que son lumbre de nuestra ignorancia y condenación de los errores del mundo: que lo que es alto delante de los hombres es abominación delante de Dios (Lc 16,15) […]

19. […] La Virgen María es subida al cielo, gózanse los ángeles y bendicen al Señor juntamente; mas nosotros, que no merecimos hallarnos en esta fiesta para ver el galardón que da Dios a su Madre, tenemos necesidad de conocer algo de él por el rastro de la santidad y servicios de ella. Pues Él es tan liberalísimo, que su paga excede a todo servicio; y pues Él ha dicho: Yo amo a los que me aman (Prov 8,17); yo glorificaré al que me honrare (1 Sam 2,30); y adonde yo estoy estará mi sirviente (Jn 12,26); con las cuales palabras da certidumbre que no trabajará en balde el que le sirviere y amare, aunque sea dar por su amor un jarro de agua, ¿quién contará la grandeza del galardón que dio hoy a esta Virgen?.

24. […] Pues representada por la pureza de holanda y ganada con trabajos como la blancura de la holanda, viste hoy el Señor benignísimo al ánima de su sacratísima Madre, [...] y toda su Madre entera, en cuerpo y en alma, la manda poner sobre su carro el sigundo, dándole el sigundo lugar de la gloria y del universal señorío, después de él. Porque el primero y principal carro, en que nadie sino Jesucristo nuestro Señor […]; tras la cual dignidad, a la cual ninguno llegó sino Él, es la dignidad de la Virgen, por ser madre, no de hombre sólo, mas del verdadero Dios humanado. Esta dignidad le fue dada cuando concibió al Hijo de Dios, y hoy es puesta sobre el sigundo carro de la gloria, conviniente a tal dignidad.

25. Hoy entra en el cielo, […] y así sea hoy ensalzada sobre todos, pues se humilló más que todos, porque se cumpla la palabra de su benditísimo Hijo, que dijo: Quien se humillare será ensalzado; y, por consiguiente, quien más se humillare, más ensalzado.

29. […] Esto es así. Corazón de madre tiene la Virgen contigo, y si no crees aqueste mensaje, mira las ropas y las riquezas que ha enviado la Virgen a sus pobres hijos que en la tierra tenía, alcanzando a unos perdón de pecados por graves que fuesen, librando a otros de penosas y graves tentaciones, dando consuelo a los tristes, conforte a los de flaco corazón, y aun hasta librar a los hombres, que se habían ofrecido al demonio y renegado la fe (Flp 2,8) y hecho escriptura de ello, y aun con su propia sangre

32. Y así, sacratísima Virgen, […]

33. Haced que le escojamos por la mejor parte, no cometiendo pecado mortal; haced que lo amemos tanto, que tengamos mucho cuidado de no ofendelle; hacednos aborrecer el mal, y de lo bueno y que a Dios agrada, escoger lo mejor, para que, yendo, Señora, por vuestros pasos, aunque no tan apriesa ni con tanta santidad como vos, elijamos siempre a Dios y a su santa voluntad, para que nos sea dada y nunca quitada, en vuestra santa compañía, la mejor parte y ración, que es gloria del cielo, ad quam nos perducat. Amen. Iesus.