El perder por Dios ganar es

Sermón 64,  Obras Completas, BAC (2000), Vol III, pp. 861-862

18. —Padre, si con todo eso soy tan codicioso que no quiero dar mi bestia a Dios, ¿qué le daré? ¿Qué remedio tengo, si no quiero dar mi mayorazgo? Porque no sé lo que querrá hacer Dios de mí; no sé si me ha de mandar perder hacienda, honra y vida. —Pues mirá cómo os engañáis, que el perder por Dios ganar es. Qui amat animam suam perdet eam: El que ama su ánima perderla ha, y el que perdiere su ánima por mí, hallarla ha en la bienaventuranza (Jn 12,25); que el perder por Dios ganar es, y el no perder por Dios perder es. ¿De eso os espantáis? Sé que juego hay que se llama el ganapierde. Todo cuanto guardas para ti, lo pierdes; y cuanto pierdes por Jesucristo, tienes guardado; que la piedra preciosa en el arca, aunque no la veáis, más guardada está que en la mano.

19. San Pablo: Todas las cosas son vuestras, sirviendo a Dios, ora sea Pablo, ora sea Cefas, todo lo presente y por venir; y Jesucristo es vuestro con que seáis vosotros de Jesucristo (cf. 1 Cor 3,22). Si sois de Jesucristo, todo es vuestro; si no, no tenéis nada. ¿Qué podéis perder? ¿Vida? San Bernardo dice que la vida sin Jesucristo, infierno es. ¿Qué podéis decir, que es vuestro? ¿Honra? ¿Cómo llamaré mío lo que me echa al infierno? Hermano, si os dais vosotros a Dios, todo es vuestro; si no, no tenéis nada. Démosle luego honra, hacienda, dineros, vida; que el dársela es no para perderla, sino para que nos la guarde. San Pablo dice: Bien sé de quién me confío, que cierto estoy que me tiene guardado cuanto le he dado para aquel día (2 Tim 1,12). Cuanto le diéredes lo ternéis guardado, y cuanto no le diéredes perderéis. ¿Cómo no os consuelan los trabajos y necesidades, aunque tuviésedes vida de galera, pues la tenéis guardada para aquel día? ¿Cómo no hacéis buen rostro a las injurias y infamias, pues tal cosa os tiene aparejada?

Fiesta de San José

Sermón 75, en Obras completas, BAC (2000) Vol III, pp. 1001- 1026

 San José, 19 marzo

Cum esset desponsata Maria mater Iesu Ioseph. Como fuese desposada María, Madre de Jesús, con Josef (Mt 1,[18]).

 3. Antes que del todo nos ocupemos en decir las señaladas y grandes misericordias y particulares privilegios que el Señor dio al bienaventurado San Josef, que cierto son tales, que bastan para poner en admiración a cielos y tierra y para rastrear por ellos la grandeza de la bondad divinal, que sube al pobre y menesteroso a tan grande alteza de honra, como a este Santo subió; antes, pues, que nos metamos en este golfo, conviene que cumplamos con el santo evangelio, el cual, aunque breve en palabras, es copioso en sentencias, y que comprehende los caminos de Dios, por donde viene y trata con los suyos, y los suyos con Él. La cual doctrina no es de estimar en poco, pues si está ignorada, andaremos errados, como gente que no acierta el camino, y camino que lleva a Dios; ¡y ay de aquel que lo errare!

4. Tres cosas nos declara este santo evangelio que acaecieron a estos santos desposados Josef y María; conviene a saber: las grandes mercedes que Dios les hizo, la tribulación y prueba en que Dios los metió y el piadoso socorro que en el tiempo de la mayor angustia les envió. Notad bien y sabed considerar estas tres cosas, porque en ellas se encierra lo que nos acaece, no sólo en un día, mes o año, mas en toda la vida que en este destierro vivimos.

5. Lo primero de todo que nos acaece, es recebir misericordias de Dios; y ninguno pudo tanto madrugar a hacer a Dios algún servicio, que no hubiese Dios madrugado más a hacerle mercedes; y no sólo es primero en dar, mas aun en dar lo que a Él se le da. ¡Qué gran verdad dijo el rey Salomón, hablando con Dios! Todas las cosas, Señor, que tenemos y que te ofrecemos, tuyas son, y lo que te damos, de tu mano lo recebimos (1 Crón 29,14). No se gloríe nadie de lo que hace por Dios, pues cuanto más le da, tanto más recibe y tanto más le debe, según dice la Iglesia: Señor, de cuya mano viene que tus fieles te sirvan digna y loablemente. No puede ser visto el sol sino con lumbre del mesmo sol, ni podemos agradar a Dios sino con la gracia del mismo Dios; y cuando corona y galardona nuestros merecimientos, es galardonar las mercedes que primero nos hizo. A Dios se debe la gloria de todo lo bueno; porque de Él, y por Él, y en Él son todas las cosas; y a Él sea gloria en los siglos de los siglos. Amén (Rom 11,36).

6. Gran parte de estas misericordias cupo a estos dos bienaventurados casados, la Virgen bendita y San Josef, y entre ellas fueron muy grandes las que entre manos tenemos; conviene a saber, que la desposada fuese hecha verdadera Madre de Dios, y San Josef, hombre bajo según el mundo y oficial carpintero, fuese levantado a tanta honra de ser verdadero esposo de la Madre de Dios y de ser llamado padre y tomado por ayo de aquel que tiene al Eterno Padre por padre y que es criador de cielos y tierra. Misericordias grandes y tan grandes, que otras iguales no fueron oídas, y bastantísimas para que ellos fuesen agradecidos a Dios y para que cantasen sus alabanzas y con todo su corazón se alegrasen en Dios.

7. Mas mirad, que cuan grandes fueron estas mercedes, así fue grande la tribulación que tras ellas el Señor envió, cuya costumbre es enviar hiel después de la miel y probar a sus amigos tentándolos, como hizo a Abraham (cf. Gén 22). Del Señor leemos que en su santo baptismo fue declarado por voz celestial por Hijo carísimo del Eterno Padre (Mt 3,17); mas tras este favor se siguió ser llevado al desierto a ser tentado del enemigo (Mt 4,1). No se engañe nadie ni se tenga por seguro porque sea recreado del Señor con mercedes y consolaciones, ahora sean espirituales, ahora corporales. Menester es entender muy bien este negocio[…]. Sepan todos que el lugar verdadero del gozo y descanso y prosperidades, el cielo es; y quien de estos bienes quisiere ser rico, sin temor de perderlos, desee ir allá y procure de ir allá; mas este destierro es lugar de trabajos, es una trabada pelea (cf. Job 7,1), es un mar de amargura y una tentación sobre la tierra; y cuando Dios da alguna consolación o prosperidad, no es para que el hombre goce de ella parando en ella, sino o porque no desmaye en las tribulaciones que tiene o porque cobre fuerzas para vencer las que le quieren venir.

8. ¿Para qué dan armas a un soldado, sino para que esté aparejado para la guerra? ¿Para qué dan de comer a un jumento, sino para echarle muy buena carga? Así, hermanos, pensad, y con estos mismos ojos mirad las mercedes que Dios os envía, que son o para esforzaros en la guerra que tenéis o para avisaros que presto la habéis de tener. Porque Él es amigo de tener amigos probados, y no puede haber prueba sino con tribulación, ni pueden entrar en el cielo si no caminan por el desierto, ni celebrar Pascua de Resurrección si no pasan por Viernes Santo, que es día de pasión.