Según nos dieres tu gracia, consideraremos, siquiera en parte, algo de ese tan profundo misterio
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- Martes, 31 Marzo 2015 10:00
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Sermón 33, en Obras Completas, BAC (2000), Vol III, pp. 407-416
19. Va un hombre por un camino de una sierra alta, y si se para a mirar a la hondura en algún valle, parece que se le anda la cabeza, y no tiene vista para bien mirar lo que allí está. Así, cuando uno se para a considerar a Jesucristo arrodillado delante de unos pescadores, no hay juicio ni entendimiento que baste a mirar humildad. Y así San Pedro, que fue el primero a quien Cristo lavó, no pudo sufrir tal obra, y por tanto no lo quería consentir. Abajástete, Señor, tanto, que no te hallamos, mas, según nos dieres tu gracia, consideraremos, siquiera en parte, algo de este tan profundo misterio.
23. [...] Cree, obedece; no te lo quiero decir el porqué lo hago, porque más merezcas con creer y obedecer sin saber; haz lo que mando. Sufre, hombre, lo que Dios te envía, aunque no entiendas el porqué; espera a Dios, que antes de mucho verás —aquí o en el otro mundo— cómo en eso procuraba Dios tu bien, aunque tú te quejabas de ello. Cree ahora; que scies autem postea.
24. Porfía San Pedro en su humildad, y amenázalo Cristo que lo perderá. ¡Oh recia cosa! ¡Quién dijera que San Pedro hacía mal en porfiar cosa de tanta humildad! ¿Qué espera el soberbio de tener parte en Cristo, si el humilde es amenazado que no la ternía? Porque la humildad que no es obediente, no es humildad. Y no se engañe nadie con color de virtudes; que si es porfiado en ellas, si las hace por su propia cabeza contra la obediencia de su superior, no terná parte en Cristo. ¡Qué hoya tan peligrosa, en la cual tantos han caído y tan mal se han descalabrado, o perdiendo la gracia o la fe! ¿Qué hace al hereje ser loco? ¿Es errar? No, sino el porfiar contra el parecer de los mayores. No se fíe nadie de sí, en bien ni en mal. Porfiado hasta saber la voluntad de su Maestro; y sabida, ¡cuán largo y blando en obedecer! Quien conoce la voluntad de Dios, no queda nada que no se sujete a Dios. ¡Señor, pues yo todo entero me pongo en vuestras manos! Contra los herejes, que dicen que no está el hombre sin pecado mortal ni por breve tiempo.
25. ¡Oh qué linda palabra para después de comulgar! (Jn 13,1-15). Todo este negocio tan admirable, para decirnos fue que tengamos humildad y caridad unos con otros. Muchos hay que no les parece que son cosas de tanta estima que el Señor hiciese tan admirables cosas para las encomendar. [...]. Preparación para comulgar fue el lavatorio, y significativa de la limpieza que habemos de llevar, aun de los veniales.