Lo que obra el soplo del Espíritu Santo

Sermón 30, en Obras Completas, BAC (2000), Vol III, pp. 363-377

16. Sábele tú llamar a este Consolador, procúralo agradar y tener contento; porque quien tal Huésped tiene, no se debe descuidar en nada, porque tan gran Huésped gran cuidado requiere. Dile: «Señor, con vos sólo estoy contento, vos sólo bastáis a me hartar; sin vos no quiero a nadie, y con vos todo lo tengo; estad vos conmigo y fáltenme todos; consoladme vos y desconsuéleme todo el mundo; sed vos conmigo, y todo el resto contra mí».

17. ¡Oh mercedes grandes de Dios! ¡Oh maravillas grandes de Dios! ¡Quién os pudiese dar a entender lo que perdéis y también os diese a entender cuán presto lo podríades ganar! Gran mal y pérdida es no conocer tal pérdida, y muy mayor pudiéndola remediar, no la remediar. Quiérete Dios bien; quiérete hacer mercedes, quiérete enviar su Santo Espíritu; quiere henchirte de sus dones y gracias, y no sé por qué pierdes tal Huésped. ¿Por qué consientes tal? ¿Por qué lo dejas pasar? ¿Por qué no te quejas? ¿Por qué no das voces?

18. Mas ¿cómo la diremos a esta junta que el Espíritu Santo quiere hacer y hace con tu ánima? Encarnación no; pero es un grado que tanto junta el ánima con Dios y un casamiento tan junto y tan pacífico, que parece mucho encarnación, aunque por otra parte mucho diferencien. Porque la encarnación fue una tan altísima unión del Verbo divino con su santísima humanidad, que la subió a sí a unidad de persona; lo cual no es acá, sino unidad de gracia; y como allí se dice encarnación del Verbo, se dice acá espirituación del Espíritu Santo.

19. Así como Jesucristo predicaba, así ahora el Espíritu Santo predica; así como enseñaba, así el Espíritu Santo enseña; así como Cristo consolaba, así el Espíritu Santo consuela y alegra. ¿Qué pides? ¿Qué buscas? ¿Qué quieres más? ¡Que tengas tú dentro de ti un consejero, un ayo, un administrador, uno que te guíe, que te aconseje, que te esfuerce, que te encamine, que te acompañe en todo y por todo! Finalmente, si no pierdes la gracia, andará tan a tu lado, que nada puedas hacer, decir ni pensar, que no pase por su mano y santo consejo. Seráte amigo fiel y verdadero; jamás te dejará si tú no le dejas.

Así como Cristo, estando en esta vida mortal, obraba grandes sanidades y misericordias en los cuerpos de los que lo habían menester y lo llamaban, así este Maestro y Consolador obra estas obras espirituales en las ánimas donde Él mora y está en unión de gracia. Sana los cojos, hace oír los sordos, da vista a los ciegos, encamina a los errados, enseña a los ignorantes, consuela a los tristes, da esfuerzo a los flacos. Como Cristo andaba entre los hombres haciendo estas tan santas obras, y así como estas obras no las pudiera hacer si no fuera Dios, y hízolas en aquel hombre, y llamámoslas obras que hizo Dios y hombre, así estotras que hace acá el Espíritu Santo en el corazón donde mora, llamámoslas obras del Espíritu Santo con el hombre como menos principal.

20. ¿No se llama desdichado y malaventurado quien no tiene esta unión, quien no tiene tal huésped en su casa, quien no tiene tal consejero, quien no tiene tal guía, tal arrimo, tal ayo y consolador y conservador? Y porque no le tenéis, andáis cuales andáis desconsolados, tristes, sin ánimo, llenos de amargura, sin devoción, llenos de miserias. Decidme, ¿habéislo recebido? ¿Habéislo llamado? ¿Habéisle importunado que venga? ¿Cuántas lágrimas os cuesta? ¿Cuántos sospiros? ¿Cuántos ayunos? ¿Qué devociones habéis hecho? ¡Dios sea con vosotros! No sé cómo tenéis paciencia ni cómo podéis vivir sin tanto bien. Mirad, todos los bienes, todas las mercedes y misericordias que Cristo vino a hacer a los hombres, todas ésas hace este Consolador en nuestras ánimas; predícate, sánate, cúrate, enséñate y hácete mil cuentos de bienes.