Festividad de Todos los Santos
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- Domingo, 30 Octubre 2011 21:58
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Sermón 79. A quien Dios tuvo propósito de salvar, El lo ha de salvar. En Obras Completas, BAC (2000) Vol III, pp. 1063-1072
¿Qué es predestinación?
2. […]. Las palabras que tomé para nuestro sermón son de la carta que el Apóstol envió a los romanos; están a los ocho capítulos de ella. En romance suenan: A los que predestinó, etc.
[…] ¿cómo hablará un hombrecillo como yo, de una cosa que tanto excede, como es de la que hemos de hablar hoy, que es de la misericordia que usa Dios con los santos bienaventurados que están en el cielo, y estuvieron aquí donde nosotros estamos? Que de esto hemos hoy de hablar, que hoy celebramos el día de Todos los Santos.
3. Cuando dijere santos, no entendáis solamente San Pedro y San Pablo y San Juan y otros ansí; mas entendamos todos los que están en el cielo, todos los que están en gracia; que hoy es el día de Todos los Santos, hoy es el día que nos representa lo que cantan los santos hoy en el cielo; hoy es el día que se nos muestra la misericordia de Dios con los que Él quiso llevar a gozar para siempre de Él; hoy es el día que se nos da a nosotros esperanza para ir [a] acaballo para siempre con ellos. […]
4. ¿Qué cosa es predestinación? Claro que todos lo entendáis. No es otra cosa sino que, desde que Dios es Dios, tiene amor a ciertas criaturas, hombres y ángeles; un querer comunicar sus bienes a las criaturas; un querer hacer participantes de su gozo, de su ser y bondad, y tener propósito, desde que Él fue, que ciertos hombres y ángeles se sentasen a su mesa a comer su manjar. Esto es predestinación. […]
5. Y es tan cierta esta merced y tan firme este propósito, que en ninguna manera puede faltar; aunque se levanten pluvias y vientos y la tierra y el infierno, es imposible que falte uno de los que Dios tiene asentados en su pecho para los salvar. Las ánimas de los santos están en las manos del Señor (cf. Sab 3,1); tráelos Dios tan guardados, que los tiene siempre en su mano; ¡mira cómo se le han de perder! […]. Asentá en vuestros corazones que, a quien Dios tuvo propósito de salvar, que por acá o por allá vaya o venga, Él lo ha de salvar.
Llamar Dios es convertirte a Él
10. […] A los que predestinó llamó. Llamarlos Dios es traerlos a su conocimiento y convertirlos a Él. Uno de tal padre o tal madre, otro de otros; uno de aquí, otro de allí; otro de los moros, otro de los judíos. Que si es de los que Dios tiene predestinados, aunque esté allá en los fines de la tierra y no haya hombres, enviará Dios un ángel que le predique, y le dé su conocimiento, y le alumbre con la fe de Jesucristo su Hijo, y lo baptice. Aunque sea el más obstinado judío, le quitará Dios el corazón de piedra y le dará corazón de carne (cf. Ez 36,26), para que le crea y se convierta.
Y es cosa de notar con cuánta sabiduría, con qué manera, con qué arte y por cuánta diferencia da Dios a cada uno de éstos los remedios para que alcancen aquel fin para lo que los tiene predestinados. […]
Luego el llamar Dios es convertirle a Él. ¿Qué tenías? Y es de tanta fuerza, que, aunque tuvieses el corazón de hierro y fueses de piedra, responderías a Dios si eres de ellos. No salva Dios a nadie por fuerza; mas ordena Él que tú quieras hacer con que te salves, queriendo. Llámalos Dios y límpialos y justifícalos para engrandecerlos, para usar con ellos de misericordia.
¿Cómo se llama lo que Dios tiene en el cielo?
12. —¿Qué tenéis, Señor, para dar a estos vuestros amados? ¿Quién lo sabrá decir? —Un alabar a Dios para siempre desde que entraron en el cielo; un ser sin falta, un descanso sin trabajo, un gozo sin pesar, una vida sin muerte, un deleite no sucio.
—¿Qué es lo que tenéis? —. Es un reino donde han de reinar y ser reyes; no de reino que se acaba, sino de reino para siempre.
[…] Dalles ha también una tierra […].
¿Cómo se llama más? —. Llamarse han hijos de Dios, estarán entre los hijos de Dios, en compañía de los ángeles y con Dios. Acá se llaman hijos de Dios que no han heredado. Allá serán hijos de Dios que habrán heredado.
13. […] También les darán ver a Dios. Denle gracias los ángeles para siempre jamás; que hemos de ver a Dios como Él es y gozar de Dios, […]
14. —¿Cómo se llama? —Beati misericordes (Mt 5,7). Llámase misericordia, que se da a los que usan de misericordia; y es misericordia que excede a toda misericordia.
—Beati qui lugent (Mt 5,5; cf. Is 61,2). Llámase consolación, que se da a los que en esta vida fueron desconsolados; halago para los afligidos. […]
15. También en este evangelio se llama una corona que tiene Dios para el que venciere (cf. Ap 2,10.7). […]
—¿Cómo se llama lo que Dios tiene en el cielo? ¿Qué es? —Si mucho importunáis, deciros he que ese mismo es su nombre: ¿Qué es esto? No tiene nombre, sino un ¿qué es esto?
La predestinación es don de Dios
16. Diréis: —Padre, ¿qué le dimos nosotros, pues que tanto nos ha de dar? —¿Y qué le dieron los que allá están, pues tanto les dio? Diréis: —Caro les costó: que a unos descabezaron, y a otros crucificaron, y a otros peinaron con peine de hierro, y a otros quemaron, y a otros desollaron vivos. —¡Oh hermano! Que eso de Dios es; que el morir por Dios, el querello, de Dios fue dado; y el podello pasar, efecto es de la predestinación; parte es del bien que Dios les tenía; que por eso se lo dio, porque quiso que fuesen allá.
Diréis: —Dispusiéronse ellos a la gracia para ello. —También eso es don de Dios. —Usaron bien del libre albedrío. […]
¿Cómo sabré yo que soy uno de ellos?
18. Diréis: Pues, padre, ¿cómo sabré que soy uno de ellos? Que si de ellos soy, dadlo por hecho, no he menester sino dejarme estar ansí. —Ahí está el punto. ¡Oh si me mandase Dios que dijese a todos cuantos estáis aquí que nos hemos de salvar! Plu[g]u[i]ese a su misericordia que fuese ansí. Grandes señales tenemos de Dios para ello; que pues Dios nos pudiera criar entre turcos, y nos crió entre cristianos; y nos pudiera dejar como a otros cristianos, perdidos, y no nos dejó; y nos dio gracia para que recibiésemos su gracia en el santo sacramento, y oír más de su parte: el ego te absolvo: yo te desato de tus pecados, y nos dio gracia que nos llegásemos a su mesa. ¡Grandes prendas tenemos de Jesucristo para creerlo!
20. Luego, a los que predestinó, llamó; y a los que llamó, limpió y justificó; y a los que justificó, engrandeció.¿Qué diremos a estas cosas? Si Dios es por nosotros —pues que Dios es con nosotros—; si Dios es de nuestra parte, si Dios es nuestra guarda, ¿quién será contra nosotros? Si Dios nos quiere salvar, ¿quién osará condenarnos? ¿Quién osará levantarse contra nosotros? (cf. Rom 8,30-31.33-34). ¿Qué diremos a estas cosas, sino que sea Él bendito para siempre jamás, y que cuando nos llamare que le respondamos, y recibamos su gracia, y nos esforcemos a seguille hasta su gloria? Ad quam nos perducat. Amén.