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Lunes, 07 Mayo 2012 20:03
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Mons. Celso Morga
Secretario de la Congregación para el Clero
Es sorprendente, por la precisión y la actualidad del diagnóstico, cuanto San Juan de Avila escribe al comienzo de su Memorial Primero al Concilio de Trento (1551) sobre lo que sirve para una autentica mejora de la vida y el ministerio de los Sacerdotes. Había en el tiempo del Santo, como las hay ahora, magníficas leyes y documentos sobre lo que la Iglesia desea de sus Sacerdotes: Su identidad, su misión, su vida de santidad, que incluye la continencia perpetua y perfecta por el Reino, para todos los Obispos de la Iglesia católica y para los Presbíteros y Diáconos transeúntes de la Iglesia Latina.
Pero si en la formación de los futuros ministros y en la formación permanente de los Sacerdotes no se educa para hacer amar esas leyes, mostrando la belleza y suma grandeza del sacerdocio católico, pronto resultaran “gravosas” y por fuerza se buscaran subterfugios “para contaminarlas y disimuladamente huir de ellas o advertidamente quebrantarlas”.
La formación, tanto inicial como permanente de los Sacerdotes consiste en descubrir siempre con mayor profundidad, a través de la contemplación y del estudio, la unión ontológica y psicológica, sacramental y moral entre el Señor Jesús y el Sacerdote. En tal íntima unión está el fundamento y al mismo tiempo la gracia y la fortaleza para vivir la vida según el Espíritu especifica al Presbítero. (Conf. PDV, 72).
Quedarse en buenas leyes – continua San Juan de Avila – es semejante al “modo de proveer de la vieja ley, que mandaba lo que se había de hacer y castigaba al transgresor de ello, mas no ayudaba a los súbditos a hacerlos amadores de lo que ella mandaba para que no hubiesen menester de su castigo”. Pero “¡gracias a Aquel que vino a trabajar para dar fuerza y ayuda para que la Ley se guardase, ganándonos con su muerte el Espíritu de la Vida, con el cual es el hombre amador de la Ley y le es cosa suave cumplirla!” (Memorial I al Concilio de Trento). He aquí la tarea de los formadores del seminario, de los padres espirituales, de los Obispos y de todos los Sacerdotes sin excepción con sus hermanos Sacerdotes. (Frater qui adjuvatur a fratre tamquam civitas firma).
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Jueves, 03 Mayo 2012 13:13
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Durante esta primera semana de mayo las reliquias de San Juan de Ávila están en Granada, ciudad a la que el insigne predicador llegó por primera vez en el otoño de 1536. Acudió a petición del que fuera su arzobispo don Gaspar de Ávalos dedicándose “al trabajo de la predicación” – escribe Fray Luis de Granada-. Otro de los primeros biógrafos, el licenciado Muñoz, afirma de su etapa granadina “se despoblaba la ciudad el día que predicaba […] llamábanle comúnmente ‘paz de Granada’, porque se ejercitaba en hacer paces y amistades, acudir a pobres y encarcelados, y hacer obras de caridad”.
De Granada salieron numerosos discípulos y colaboradores del Maestro Ávila. Su paso por esta ciudad cambió el rumbo de muchas vidas, que después de oir los sermones del Maestro, quedaron tocados del amor de Dios. Su amigo y biógrafo Fray Luis de Granada afirma: “Y pudiera referir aquí las personas insignes que fueron tocadas de Nuestro Señor, que después fueron doctores en Teología y, muy útiles a la Iglesia con su ejemplo y dotrina; y por ser muchos de ellos vivos, no me pareció referir aquí los nombres de ellos” Especialmente significativas y atestiguadas son la experiencia de conversión de Juan Ciudad –san Juan de Dios- o del marqués de Lombay –san Francisco de Borja-.
El 20 de enero, fiesta de San Sebastián, Juan Ciudad, de origen portugués, aventurero, vendedor de libros en la granadina Puerta Elvira, acude a festejar al santo a la Ermita de los Mártires y escucha el sermón del Maestro Ávila. El predicador propone el gran ideal de las bienaventuranzas y cómo Cristo hace sabrosas la pobreza, las deshonras y las lágrimas. Tras la escucha, Juan, el mercader, hace confesión pública de sus culpas, se desprende de todo lo que tiene comenzando por repartir los libros devotos entre la gente que se le acerca y toman el acto como locura, e inicia un diálogo con Juan de Ávila que lo seguirá animando en su vida espiritual hasta la muerte. Encerrado en el Hospital Real, tomado por loco, atiende a los enfermos y mendigos y toma conciencia de su misión: recoger a los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo.
Francisco de Borja, marqués de Lombay, llegaba a Granada a mediados de mayo de 1539 con la comitiva que acompañaba el cadáver de la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V, para ser enterrado en la Capilla Real. Contemplar el rostro desfigurado de la reina y escuchar la predicación del Maestro Ávila en la iglesia mayor de Granada en torno a la vanidad y el engaño de esta vida y de la eternidad de gloria, despertaron en Francisco el propósito de “no más servir a señor que se pueda morir”.
“Y porque en esta ciudad sucedieron prósperamente estas y otras cosas semejantes, alegrándose el padre del fruto de sus trabajos, cuando nombraba esta ciudad la llamaba él ‘mi Granada’, por haber allí lucido tanto su trabajo; porque parece que la mano de Dios entrevenía en este negocio, favoreciendo a este su fiel siervo, que día y noche no pensaba ni trataba sino de amplificar su gloria” afirma Fray Luis de Granada.
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Lunes, 23 Abril 2012 17:27
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El Cardenal Antonio Mª Rouco Varela en el discurso inaugural de la XCIX Asamblea Plenaria, 23 de abril de 2012, se ha referido al nuevo Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española; uno de los temas de estudio y que podría quedar aprobado en esta Asamblea. Se centrará en “La Nueva Evangelización desde la Palabra de Dios: ‘Por tu palabra, echaré las redes’ (Lc 5,5)” afirmaba. El mencionado plan pone el acento en algunas oportunidades “que se nos presentan en estos años como providenciales en orden a la renovación del alma de la Iglesia”. Entre ellas señala “la cercana proclamación de san Juan de Ávila como doctor de la Iglesia”.
En el saludo del Nuncio Apostólico de S.S. a la Asamblea Plenaria, S.E. Mons. Renzo Fratini, expresaba, en relación al próximo doctorado, “me alegro de que, de cara a ultimar los preparativos, se publique pronto, por decisión de esta Asamblea, un Mensaje con motivo de la Declaración del Doctorado de San Juan de Ávila por parte de Su Santidad Benedicto XVI” Y afirmaba “Esta próxima proclamación será sin duda un gran bien para toda la Iglesia. S. Juan de Ávila será siempre maestro espiritual para todos y muy particularmente para los sacerdotes, los cuales están llamados a dar testimonio de decisión total por Cristo en una vida auténtica, animada de celo apostólico, con el empleo de toda ciencia para dar a conocer y amar a Jesús”