Audiencia especial 18.04.1969

Alocución del Papa Pablo VI en la Audiencia especial al Cardenal Arriba y Castro y a la Junta Episcopal “Pro Canonización del Beato Juan de Ávila”, 18 de abril de 1969.

 

Señor cardenal, venerables hermanos:

Sentimientos de complacencia despiertan en nuestro ánimo vuestra presencia, que agradecemos vivamen­te, y las palabras que acabamos de escuchar sobre el bea­to Juan de Ávila.

            ¿Quién en la Iglesia no conoce y admira la figura del Apóstol de Andalucía, Patrono del clero secular de Espa­ña? Cualquiera de sus aspectos ofrecería materia para in­terminables consideraciones.

            Su vida ascética, tejida de virtudes y ungida en el mis­terio de Cristo, sus largas horas de oración, su peniten­cia, su serenidad en las adversidades, fueron la fragua donde prendió el celo apostólico que él irradió en sus pa­labras e iniciativas. ¿Cómo no recordar aquel ardor inten­so, poco avenido con la pusilanimidad, que puso en su alma sacerdotal inquietudes a lo San Pablo? Desbordó la esfera individual para darse dinámicamente, sin desmayo, a las demás.

            En herencia preciosa recibimos de él obras imperecede­ras de literatura mística: la joya del Audi, filia; el fecun­do epistolario con cartas hermosas a Juan de Dios, Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Teresa de Jesús; los enar­decidos sermones sobre el Espíritu Santo, el Santísimo Sa­cramento, Nuestra Señora; las pláticas a los sacerdotes; los memoriales al Concilio de Trento y tantas otras.

            Y, en su vida ministerial, como predicador infatigable y atractivo dejó huellas imborrables en fray Luis de Granada, en Juan de Dios; como hombre de letras formado con los maestros de Salamanca y Alcalá, en las Universidades de Granada y de Baeza, en los colegios de Córdoba y Écija, donde la juventud aprendía no tanto a gastar los ojos en el estudio cuanto a encallecer las rodillas en la oración; como hermano, en los grupos sacerdotes por él aten­didos, brazo derecho de sus obispos, de reminiscencias evangélicas en las misiones populares, lanzados hasta los ambientes de trabajo de las almadrabas.

            Esta síntesis nos descubre el por qué el beato Juan de Ávila, experto incluso en habilidades mecánicas, ha tenido la veneración de algunos santos, como San Alfonso y San Francisco de Sales, y hoy, en nuestra época posconciliar, conserva una vigencia de ejemplo. Por ello, la petición que nos presentáis será examinada con todo interés y benevolencia.

            La actual circunstancia nos es muy propicia para dirigir un saludo al amadísimo clero secular español, exhortán­dolo a que en su vida trasluzca siempre el espíritu, el ar­dor apostólico de su Patrono. Con estos deseos otorgamos a vosotros, a nuestros hermanos en el Episcopado y a to­dos los sacerdotes de la dilectísima España una especial bendición Apostólica.



L'Osservatore Romano, 19 de abril de 1969.