Bula de Canonización
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- Martes, 26 Abril 2011 12:47
- Pablo VI
Bula del Papa Pablo VI por la que se decretan los honores de los santos al Beato Juan de Ávila, 31 de mayo de 1970[1].
Pablo, Obispo, siervo de los siervos de Dios para perpetua memoria
1. Introducción
Las palabras santísimas de Cristo: “ld por todo el mundo y proclamad
2. La conciencia de la dignidad sacerdotal y la reforma de las costumbres, motivos de la canonización
Por lo tanto, ya que el Colegio de nuestros Venerables Hermanos, los Obispos de España, en su propio nombre, en el nombre del clero y de todo el pueblo, han pedido que el Beato Juan de Ávila, Sacerdote integérrimo y a la vez propulsor de la religión cristiana en aquella nobilísima tierra, lo eleváramos al número de los Santos, Nos, deseosos por una parte de aumentar la gloria de tan esclarecida nación, patria de tantos Santos y varones ilustres, y por otra, juzgando que ello ha de contribuir de una manera fausta y feliz a la prosperidad de
Porque si
Todos ven cuánta ayuda proporcionará esto a
I. VIDA DE SAN JUAN DE ÁVILA
Nos es grato recordar brevemente la vida de este bienaventurado varón y poner de relieve su gran santidad con el fin de que al conocerle todos le admiren y admirándole le imiten.
3. Estudios y alistamiento para ir a Méjico
Juan de Ávila nació en Almodóvar, España, el día 6 de enero de 1499, hijo de Alonso y de Catalina Xixón, ricos en bienes temporales y en religiosidad y fe. Como en aquel tiempo los caballeros españoles adquirían mucho renombre con los triunfos militares, esto influyó para que el carácter del niño fuera forjándose en un ambiente de brillantísimos acontecimientos.
Apenas cumplidos los 14 años es enviado a Salamanca, centro de estudios y de las Artes. Ya a sus 15 años, y por causas desconocidas, se fue de la ciudad, reintegrándose a su hogar. Un hijo de la familia franciscana, que había oído hablar de su religiosidad y piedad profundamente vividas, le aconsejó que reanudara los estudios interrumpidos y que, continuando los estudios, se ordenara de sacerdote, pues de este modo serviría a Cristo en su Iglesia más provechosamente.
Por eso ya en Alcalá se dedicó con todo empeño al estudio de la filosofía y de la sagrada teología, pensando para sí ir a las Indias una vez terminados sus estudios. No es de extrañar que siendo Obispo de Tlaxcala, Julián Garcés, que buscaba misioneros para Méjico, Juan aceptara con mucho agrado ser inscrito y concentrara ya en esto los anhelos de su alma y buscara orientaciones.
Así se apresuró ante todo a celebrar
Después de esto se dirigió a la ciudad de Sevilla, para desde allí hacerse a la mar a fin de predicar a Cristo en Méjico dispuesto a cualquier trabajo en este empeño. Pero las cosas no sucedieron conforme a su proyecto.
4. Misión apostólica en Andalucía
Ninguna fuerza huracanada podía extinguir el fuego prendido ya en su corazón. Y el buen siervo de Dios recorrió toda la región andaluza al estilo apostólico anunciando el reino de Dios; y muchas ciudades, entre ellas, Alcalá de Guadaira, Lebrija, Jerez, Palma del Río, Écija, fueron para él como su Galilea.
El poder de su oratoria y de su talento, unido a una gran pobreza y a una intachable inocencia penetraba los corazones y los conmovía. Muchos eran los que por la predicación de
5. Sale de
El año 1531 llevan al inocente Juan al tribunal de
6. Córdoba y Granada; maestro de sacerdotes y de santos
Inflamado por este fuego divino, Juan se dirigió a Córdoba y allí fundó la escuela llamada “Preocupaciones Sacerdotales”, en la que se pretendía la formación de los Sacerdotes. De tal modo les alimentaba su vida de piedad que movidos todos por la fama y brillo de sus virtudes le tenían como ejemplo.
Fue a Granada. Allí ayudó muchísimo al Arzobispo: predicó sin descanso; colaboró en el colegio de Sacerdotes como auxiliar del Prelado y actuó en cargos importantes que ejerció santamente. Por lo demás fue aquí en la universidad donde alcanzó el nombre de “Maestro”. Aquí, con la ayuda divina convirtió a Juan de Dios impulsándole a una mayor entrega al servicio divino; como igualmente a Francisco de Borja y a otros hombres y mujeres ilustres de los cuales
7. Fundación de
El año 1540 fundó en Baeza una Universidad y la organizó sabiamente. La instituyó con tales normas que apareciese claro a todos que su enseñanza se apoyaba sobre todo en la filosofía de Santo Tomás de Aquino. También ayudaba a los formadores de la juventud a habilitar a éstos para el apostolado con la necesaria ciencia y doctrina. Asimismo tuvo cuidado de que junto a
Por entonces, Pedro Guerrero, Arzobispo de Granada, el mismo que en otro tiempo fue su compañero de estudios en Alcalá, y ya a punto de dirigirse a Trento a tomar parte en el Santo Concilio, insistentemente le rogaba se fuera con él. Al no poder acompañarle, compuso un Memorial o informe sobre la reforma de
8. San Juan de Ávila y San Ignacio de Loyola
Por aquellos días,
9. Últimos años en Montilla
Agotado por sus continuos trabajos y vigilias, comenzaron a sentirse las molestias, fallos y enfermedades. Al acentuarse éstas y dejado por necesidad el ministerio de la predicación, se retiró a la ciudad de Montilla, donde vivió con su compañero de trabajos, P. Villarás. Aquella casita, vulgar si se juzga por las apariencias, se hizo nobilísima y muy rica si se considera su dignidad.
10. Escritor y director espiritual
En esta época el santo varón escribió magníficas obras y dirigió a muchísimas almas. Compuso otro tratado lleno de prudencia para que el Prelado de Granada de nuevo lo utilizara en Trento.
Consejero y animador constante de los Sacerdotes, envió a éstos, reunidos en Córdoba el año 1553, un tratadito muy completo. El año 1565 intervino en alguna manera en el Concilio de Toledo por medio de cartas y memoriales. El año 1568 este prudentísimo maestro de virtudes reanimó con sus cartas el espíritu de Teresa de Jesús, molestado por los escrúpulos, al aprobar abiertamente el Libro que de su vida ella había escrito.
11. El diez de mayo de 1569 murió serenamente
Agotado por los sufrimientos le fue preciso retirarse al lecho, y en él a semejanza de Cristo estuvo como clavado en
II. SANTIDAD DE SAN JUAN DE ÁVILA
12. Copia fiel de San Pablo
Es grato ahora meditar brevemente sobre el valor y las obras de este hombre. Y lo primero, Juan a semejanza de Pablo con quien le unía admirablemente su estirpe, temperamento y habilidad, fue con toda verdad un apóstol, o como dice la historia, “una clara imagen de la predicación evangélica” y al mismo tiempo “una copia fiel del santo apóstol”.
Como amaba únicamente a Dios, se preocupaba con todo entusiasmo de los hombres y sufría por aquellos que, rodeados de peligros, él llamaba “hijos de lágrimas”. No es de extrañar que todo cuanto llevaba a cabo, sus oraciones, su asiduidad en oír confesiones, sus agotadores trabajos, todo lo dirigiera a la salvación de los pecadores. Y si algo él no podía por sí mismo, se esforzaba en conseguirlo por medio de sus escritos o a través de sus discípulos; y siempre con extraordinaria y constante diligencia.
13. Proyectos de reforma enviados al Concilio de Trento
Fue muy laudable y meritoria la colaboración de su agudo ingenio en los estatutos, decretos y mandatos del Sacrosanto Concilio de Trento: que se cuidase de la enseñanza del catecismo, tarea que no sólo a él mismo le ocupaba mucho tiempo, sino que además escribió una obra De la doctrina cristiana que abría nuevos caminos a la catequesis; y que se pusiese serio empeño en la reforma de las costumbres clericales; que en la fundación de los colegios, parecidos en alguna manera a los Seminarios, se pusiera toda diligencia; y, finalmente, que los Sacerdotes como soldados preparados para todo, estuviesen disponibles ante sus Obispos.
14. Amigo de todos y Maestro de Santos
Juan fue el amigo y padre en Cristo de muchos hombres de toda condición, nobles y humildes, sacerdotes y seglares: ellos fueron el consuelo en sus trabajos, obras y penas. Al mismo tiempo le unía estrechísima amistad con los Santos: Juan de Dios, Francisco de Borja, Pedro de Alcántara, Ignacio de Loyola, Juan de Ribera, Tomás de Villanueva, Teresa de Jesús. Entre ellos gozó de gran estima; en especial, Teresa de Jesús, que lloró muchísimo su muerte.
15. Misterio de Cristo: “Carne, Cruz, Eucaristía”
El núcleo capital de su abundantísima doctrina es el “Misterio de Cristo”, que, como dijimos, le fue desvelado por Dios en
Por tanto, el cristiano puede participar de los bienes del divino Redentor y unirse por la gracia con Cristo, lo mismo que la cabeza con los restantes miembros. Si observamos la mutua relación entre los miembros es necesario que la misma caridad les dé
16. El tema sacerdotal en sus escritos
Para el que considere sus escritos y su vida, enseguida aparecerá cómo el tema del sacerdocio ocupaba para él el primer puesto. Está convencido de que los Sacerdotes, con la potestad sagrada del orden, desempeñan el mismo sacerdocio de Cristo; y que por tanto, conviene que ellos vivan santísimamente conscientes de tan alta dignidad, por el hecho de que han de realizar el sacramento de
17. Maestro de virtudes
El bienaventurado siervo de Dios en sus últimos tiempos era llamado “maestro”; este sobrenombre muestra cuál y cuánto fue el sentir y la estima que tenían de él sus contemporáneos y posteriores. Y con razón. Su virtud resplandecía en una fe sin sombras, en un solícito y ardiente amor al gran Dios; en la pobreza, carencia y necesidad; en la cruz y penitencia; en el afán serio y admirable de servir a
Con tal prudencia trata los asuntos que San Francisco de Sales, Pedro Bérulle, San Juan Eudes, San Vicente de Paúl, San Alfonso María de Ligorio, San Antonio María Claret, y muchísimos otros, le han tributado alabanzas y de él han sacado mucho provecho. No podemos pasar por alto sus comentarios, expuestos con doctrina segurísima y razones sólidas, que fluyeron por todo el cuerpo de
III. DESPUÉS DE
18. Beatificación, el 15 de abril de 1894
Es ahora el momento de considerar la segunda parte de la vida del bienaventurado Juan, la que comenzó después de su muerte. No se puede decir que murió totalmente un hombre cuya fama de virtud se extendió tanto, su estimación fue tan grande y por cuyo medio Dios hizo obras milagrosas. Por todo lo cual se comenzaron los procesos acostumbrados en la archidiócesis de Toledo. En el año de 1759, Clemente XIII, nuestro predecesor, aprobó el Decreto sobre sus virtudes heroicas. Y en el año 1894, el quince de abril, fue inscrito solemnemente por León XIII en el catálogo de los Beatos.
19. Hacia la canonización “equipolente”
Extendida por todo el mundo la noticia de su beatificación, atrajo tanto la admiración de todos que se pensó en que
En la súplica presentada a esta Santa Sede, los promotores se inclinaban a que el proceso no se llevara a término por el camino acostumbrado, sino más bien por el que llaman “equipolente”. Nos creímos obrar correctamente atendiendo a estos deseos. El uso y la costumbre de los antepasados y las normas de los Sumos pontífices justifican esta manera de proceder. Aunque su uso en
20. Virtudes heroicas y culto ininterrumpido
Desprenderse de todos sus bienes y distribuirlos a los pobres; sobrellevar sin queja acusaciones terribles y la cárcel; predicar y confesar sin descanso alguno; discurrir de una a otra parte con espíritu alegre para ganar almas a Dios; morir en fin como víctima: son cosas que no solamente son indicios, sino también pruebas muy sólidas de santidad.
Si se investiga sobre el culto también resulta claro y averiguado. Una vez muerto el Beato Juan, el pueblo y el clero y los mismos Santos le tributaron grandísima veneración, en especial a partir de su beatificación y de su proclamación como Patrono de todo el Clero Español por Pío XII, nuestro Predecesor de feliz recordación, el año 1946.
21. Últimos pasos
Así las cosas, el 2 de diciembre del pasado año, el Promotor general de
Como también opinaban así
22. 31 de mayo de 1970, solemne canonización
Hoy mismo y con la ayuda de Dios, hemos presidido estas ceremonias con grandísima alegría nuestra y también del pueblo cristiano. En
Después que el mismo Padre Purpurado habló brevemente de la vida, hechos y santidad del Beato; después de implorar Nos la intercesión de los Santos, para que nos alcancen al auxilio y la luz de Dios Omnipotente, como Supremo Maestro de
Pronunciadas estas palabras al ruego del mismo señor Cardenal decretamos que el ahora proclamado Santo sea adscrito en el catálogo de los Santos y que se redacten las cartas Decretales según costumbre.
Después de tributar a Dios Omnipotente las gracias a una con todos los presentes, tuvimos una homilía sobre las admirables virtudes y obras del nuevo Santo y fuimos los primeros en invocar su patrocinio celebrando en el Altar Mayor de
Con la investigación y reflexión debida, todos los hechos que antes hemos mencionado los manifestamos a
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 31 de mayo en el año del Señor, 1970, año séptimo de nuestro Pontificado.