Miradas actuales al nuevo Doctor. Humanista
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- Martes, 06 Mayo 2014 13:09
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Humanista 1
No resulta inadecuado motejar de humanista al Maestro Juan de Ávila, utilizado el adjetivo en la acepción aplicada por la crítica moderna a un tipo de intelectual europeo forjado en el estudio de las llamadas litterae humaniores. Un intelectual de espíritu regenerador/reformador, que cuestiona la validez del magister dixit y se crece frente al Mundo clásico, que se empecina en la búsqueda de las fuentes originales de los clásicos y también de las Sagradas Escrituras. Un intelectual que basa la dignidad del ser humano en aquello que lo diferencia de las demás criaturas, la razón y el lenguaje, y que, a partir de esos dos requisitos, trasciende la dignidad humana en hechura e imagen de Dios mismo.
No cabe duda de la formación del Maestro Ávila en las litterae humaniores tratándose de un universitario de Salamanca y Alcalá. Lo confirman también las alusiones o citas a Cicerón, Séneca, Plutarco, Jenofonte, Terencio, Virgilio, Juvenal…, que nos permiten albergar la hipótesis de sutiles palimseptos en asuntos relacionados con la educación o el buen gobierno. Lógicamente y dadas las circunstancias, cuando se aludía a un preciso y exhaustivo conocimiento de la Biblia, que lo capacitaba para reproducirla de memoria en caso de pérdida, no se estaba hablando del texto castellano. Todos sus escritos están taraceados de citas bíblicas en latín.
En sentido muy restringido, un sector de la Filología Clásica propone como seña de identidad del humanista su vinculación a la lengua latina, barajada como objeto de estudio, vehículo de comunicación o soporte de la creación literaria. Estos extremos, a pesar de lo expuesto, podrían cuestionar la adscripción de San Juan de Ávila a la corriente humanística del s. XVI. Sin embargo, incluso a pesar de tal exigencia, cabe la inclusión, discreta si se quiere, del Maestro Ávila en el elenco de los humanistas españoles. Como cartas de presentación se puede blandir la atribución de varias versiones al castellano y entre otras, la traducción de la Imitatio Christi de Th. Kempis en 1536.
El tipo de escritos de San Juan de Ávila se amolda y brota de su inquietud pastoral, pero se mantiene, en cuanto a los géneros literarios, en la línea de lo postulado por las figuras más insignes del humanismo coevo. El epistolario, los sermones, los tratados son, al mismo tiempo, un claro exponente del modelo de lengua propuesto por el erasmista Juan de Valdés que optaba al uso de un lenguaje directo y sin afectación, como Vives o Erasmo proponían en el caso del latín vehicular.
Pero qué duda cabe que Ávila fue un reformador. En línea con el Humanismo tuvo muy presente que para la reforma de la sociedad se requerían buenas prácticas de gobierno y sobre todo la reforma del individuo que propiciaba la educación, así como en la reforma eclesiástica era imprescindible la formación del clero: formar buenos cristianos y sacerdotes sabios y virtuosos, como base de una sociedad más justa y una Iglesia más evangélica. En el campo de la reforma social, de la formación del individuo y de los sacerdotes, la aportación del Maestro Ávila al panorama general es la praxis que hace realista la teoría. Y es precisamente en la irradiación de su sentido pragmático en donde se define la originalidad del humanismo de Juan de Ávila. Una irradiación ampliada a través de sus discípulos y por medio de un sentido organizativo que implicaba a cada uno según sus capacidades.
Frente al principio de autoridad, que cierra el paso hacia la comprobación de horizontes nuevos y más amplios del conocimiento, frente a un conocimiento que menosprecia su aplicación y se encastilla en una pura abstracción especulativa, conclusa con la afirmación incuestionable del magister, Juan de Ávila hombre pragmático, hombre de vivencia, hombre moderno, reacciona aplicando sus conocimientos en la solución de problemas cotidianos. Desde esta perspectiva, sus inventos testifican al hombre sabio, práctico y libre. Libre de condicionamientos sociales que establecían claras lindes entre actividades intelectuales y técnicas o manuales.
Humanismo y Reforma fueron las dos fuerzas más importantes de nuestro Renacimiento, no podemos evitar situar en su cruce al revolucionario Juan de Ávila que se valió de su formación universitaria, adquirida en Salamanca, pero sobre todo en Alcalá, centro vanguardista y exponente del Humanismo español, para dar cumplimiento a su vocación reformadora en lo pastoral, en lo pedagógico y en lo social. Fue un humanista sabio, pragmático, un hombre libre, un cristiano apasionado, que descubrió a muchos que la dignidad y grandeza del ser humano, más allá de la razón o el lenguaje, más allá del intelecto, arranca del amor. Del amor que Dios proyecta sobre la criatura que es su imagen.
Siempre refiriéndonos al Humanismo renacentista, no es posible hablar de Humanismo en singular. Hubo Humanismos con las notas en común a las que hemos aludido, pero con matices particulares que permiten singularizarlos con adjetivos concretos. ¿Cómo llamaríamos al humanismo del Maestro Ávila, un humanista del siglo XVI tan escasamente estudiado desde estas perspectivas? Para hallar la respuesta precisa, tal vez, sea necesario dar un paso más en torno a Juan de Ávila, revisar sus actividades, extraer lecciones de un magisterio vigente porque concentró sus esfuerzos en la constante que implica la promoción humana, en el orden intelectual, moral, espiritual… promoción humana de hombres y mujeres, niños y adultos, grandes y humildes, consagrados y laicos, presbíteros, obispos y gobernantes.
(1) En La confesión de la fe, EDICE, Madrid 2013, pp.199-201