Mensaje de Juan Pablo II. 10.05.2000
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- Miércoles, 27 Abril 2011 09:51
- Juan Pablo II
Mensaje del Papa Juan Pablo II al Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid y Presidente de
1. Con ocasión del encuentro homenaje de los sacerdotes españoles a San Juan de Ávila, con motivo del V Centenario de su nacimiento, deseo hacer llegar un cordial saludo a los pastores y presbíteros de las diversas diócesis españolas que han querido conmemorar esta efeméride de manera solemne en la ciudad cordobesa de Montilla, junto al sepulcro de quien es el principal patrón del clero secular español. Lo hago cuando aún vibra dentro de mí la experiencia de la visita a los Santos Lugares y, en particular, al Cenáculo, desde donde he enviado una carta a todos los sacerdotes mientras recordaba lo que ocurrió allí, aquella noche cargada de misterio, y tenía los ojos del espíritu puestos en Jesús y en los Apóstoles sentados a la mesa con Él (cf. A los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo de 2000, 2). Desde aquel entonces, “comenzó para el mundo una nueva presencia de Cristo, presencia que se da ininterrumpidamente donde se celebra la eucaristía y un sacerdote presta a Cristo su voz” (Ibídem, 13). La celebración de ese encuentro ha de ser una nueva muestra de gratitud al Señor por el don de su permanencia entre los suyos a través del ministerio sacerdotal, del cual San Juan de Ávila es un modelo siempre actual.
2. En efecto, en un momento histórico lleno de controversias y de cambios profundos, Juan de Ávila supo hacer frente con entereza a los grandes desafíos de su época, de la manera que sólo los hombres de Dios saben hacer: afianzado incondicionalmente en Cristo, lleno de amor por los hermanos e impaciente por hacerles llegar la luz del Evangelio. Ese fue el misterio de su inmensa actividad apostólica, de su amplia producción literaria y de su creatividad en la tarea de evangelizar a todos los sectores de
3. Imbuido de esta cultura, Juan de Ávila encontró el camino que dio plenitud a su vida y sentido a su actividad ministerial. Ninguna dificultad, ni siquiera el agravio de la persecución, le pudo apartar de lo que era más esencial en su vida: ser ministro y apóstol de Jesucristo. Eso mismo quiso transmitir a otros muchos, trabajando con denuedo para que los sacerdotes, con una vida interior profunda, una formación intelectual vigorosa, una fidelidad a
Ante los retos de la nueva evangelización, su figura es aliento y luz también para los sacerdotes de hoy que, al ser administradores de los misterios de Dios, están en el corazón mismo de
4. Con estos sentimientos, deseo expresar mis mejores deseos para que ese encuentro refuerce los lazos de fraternidad entre los sacerdotes y la íntima comunión con sus Obispos, les afiance su vocación y puedan así servir mejor al pueblo de Dios que peregrina en las diversas zonas de España con generosidad, “en pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en Caridad sincera, en la palabra de verdad, en el poder de Dios” (2 Cor 6, 6-7) Mientras pongo a los asistentes a ese encuentro, así como a los demás sacerdotes españoles, bajo los cuidados maternales de
Vaticano, 10 de mayo de 2000, memoria litúrgica de San Juan de Ávila.