Los dos próximos Doctores de la Iglesia: santa Hildegarda de Bingen y san Juan de Ávila
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- Viernes, 07 Septiembre 2012 11:44
- Mons. Manuel Ureña
Mons. Manuel Ureña,
Arzobispo de Zaragoza. España
Después de Apóstol y de Evangelista, el título más exclusivo de la Iglesia Católica y de algunas confesiones cristianas es el de Doctor de la Iglesia. Dentro de la Communio y con carácter universal, este título ha sido dado hasta ahora sólo a 33 cristianos. Sin embargo, por decisión muy meditada del Santo Padre el Papa Benedicto XVI, el título en cuestión se extenderá también, a partir del ya cercano domingo 7 de octubre, a dos santos de alto relieve espiritual y evangelizador: a la monja alemana Hildegarda de Bingen (1098-1179), conocida en su época, por sus bien probados dones de profecía, como la Sibila del Rhin, y al presbítero español Juan de Ávila, una de las grandes glorias espirituales y sapienciales de nuestro Siglo de Oro.
1. Hildegarda de Bingen.
Nació Hildegarda en Bermesheim el año de 1098. Apenas entrada en los albores de la juventud, se decidió por la vida religiosa y se hizo monja benedictina en su pueblo natal, llegando después a abadesa de su monasterio en 1136.
Aunque vivió retirada del mundo, el haber sido agraciada por el don espiritual de la profecía le otorgó un renombre especial. Tanto es así, que personas muy señaladas de aquel tiempo, comenzando por varios pontífices – entre ellos el Beato Eugenio III, quien sometió sus escritos al dictamen de una comisión teológica -, estuvieron en relación con ella. En el mismo sentido hay que citar también al rey Enrique II de Inglaterra y al propio San Bernardo de Claraval.
Enriquecida con particularísimos dones sobrenaturales desde su más tierna infancia, Santa Hildegarda profundizó en los secretos de la teología, de la medicina, de la música y de otras artes, y escribió abundantemente sobre ellas, poniendo de manifiesto la unión entre el don de la Redención y el ser del hombre, un ser contingente y herido por el pecado, pero abierto constitutivamente a Dios y capaz de Dios por la gracia.
Hacia el año 1150 trasladó su convento a Rupertsberg y desde allí dio cuenta a la Iglesia de sus experiencias místicas y de las revelaciones que recibía del Señor. Dictaba sus experiencias interiores a unos monjes, quienes traducían éstas al latín. Su escrito más largo es el titulado Scivias, lleno de alegorías y de símbolos apocalípticos. Escribió también unos comentarios a los evangelios y una exposición de la Regla de San Benito.
El 10 de mayo del presente año fue canonizada por el Papa, extendiéndose así su culto litúrgico a la Iglesia universal.
2. El Maestro Ávila.
Nacido en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en 1499, muere con gran fama de santidad el 10 de mayo de 1569 en su humilde casa de Montilla (Córdoba).
Tras haber estudiado Leyes en Salamanca y Artes y Teología en la Universidad de Alcalá, recibe en 1526 la ordenación sacerdotal y celebra en Almodóvar, su pueblo natal, la primera misa solemne. Llama poderosamente la atención que, para festejar tan gran acontecimiento, invitara a comer, aquel día, a doce pobres, vendiera sus cuantiosos bienes, procedentes de unas minas de plata heredadas, y los distribuyese entre los necesitados.
Avisado por el Señor de que el lugar en donde habría de ejercer su ministerio era España y sobre todo Andalucía, Juan de Ávila puso manos a la obra.
Él supo aunar en magnífica concordia la más sólida y exquisita preparación académica con la más auténtica llaneza y con la más grave sencillez. Él propuso un camino de santidad a todo género de personas tanto en el recogimiento de las iglesias y de los conventos como en el bullicio de las calles, los mercados o las plazas. Él acertó a poner adecuadas palabras a la única Palabra que invariablemente transmitía en su enseñanza y que era Cristo, encarnado, muerto y resucitado por todos. Él convirtió en oración y en vida su consejo y su predicación. Por último, fue maestro de santos, instrumento de sonadas conversiones, orientador de conciencias y guía seguro para todo el pueblo de Dios.
Cristo crucificado fue siempre su mejor libro. Él decía que Dios le había alquilado para dos cosas: para hacer llegar a los hombres al conocimiento de sí mismos, con el fin de que se despreciasen, y para hacer llegar a éstos al conocimiento de Cristo, con el fin de que pudieran apreciar los tesoros de sabiduría y de amor que se encerraban en aquel pecho divino.
Beatificado por el Papa León XIII el 15 de mayo de 1894, el 2 de julio de 1946 el Papa Pio XII lo declara Patrono del Clero secular español, y, el 31 de mayo de 1970, es canonizado por el Papa Pablo VI.
Sin duda constituye una gran maravilla que Su Santidad el Papa Benedicto XVI proclame doctores de la Iglesia Universal a Santa Hildegarda de Bingen y a San Juan de Ávila en el inicio mismo de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, cuyo tema es esta vez “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
Vivamos la Nueva Evangelización bajo la especial intercesión de Santa Hildegarda y de San Juan, grandes evangelizadores desde su fe recia, incomovible, desde su amor ardiente a Dios Nuestro Señor y desde su celo apostólico por la salvación de los hombres.
† Manuel Ureña
Arzobispo de Zaragoza