No tomes pena de los difuntos

Sermón 82. No tomes pena de los difuntos como los que no tienen esperanza. En Obras Completas, BAC (2000) Vol III, pp. 1089-1102

Exhordio

1. Por terrible y espantosa y despreciada que aparezca la muerte, hay en ella muchos y muy grandes provechos y bienes, si bien lo sabemos considerar. Cierto, no dejara tan grande venganza Dios si de ella no pensara sacar algún bien, y será muy grande, más que el mal que el demonio procuró; pero es menester, para que en esto nos aprovechemos, tener ojos cristianos y la prudencia del Espíritu Santo para bien sentir de ella.[…]

 

2. Dícenos y aconséjanos San Pablo que no tomemos pena de los que duermen, de los que ya pasaron en esta vida; no estemos con dolor ni tristura, como lo suelen hacer los que no tienen esperanza (1 Tes 4,13) de gozar de la vida esperitual que esperamos. Consuelo grande es éste para quien ha tomado pena por el difunto, tener esperanza que les irá bien en ella.

 

Contra el miedo de la muerte, esperanza en la resurrección

3. Estas palabras, que he propuesto con el favor del Espíritu Santo y darán fundamento a nuestro sermón, son del apóstol San Pablo, a la carta primera que escribió a los de Tesalónica en el capítulo 4. […] En romance: De los que duermen no queremos que seás inorantes en estos negocios, como los que no tienen esperanza (1 Tes 4,13).

Grande empresa tomáis, San Pablo, en persuadirnos que no tomemos pena de los difuntos. ¡Oh! ¡Válame Dios! […]

 

4. —¿Qué remedio, padre, qué remedio? —Dice San Pablo: No queremos, etc., que seás inorante en este negocio, porque no tengáis tristeza, como los que no tienen esperanza. De manera que el tener esperanza, como dice San Pablo, es remedio para que no le tengamos miedo; y tener miedo es señal de no tener esperanza; ni hay otro remedio ninguno para tener esperanza que no dejar acá en el mundo algún arrimo. No es posible que en el corazón donde hay amor de las cosas de acá, lo haya de lo verdadero. Quita, arranca de raíz el amor, el cuidado demasiado de estas cosas perec[e]deras, que tan presto las dejamos. Y veremos luego cómo crece el amor y la esperanza de las cosas del cielo. Y no puedes allegar de otra manera a esta esperanza, que es muy alta, sino con dejar todo lo bajo de acá, todo lo que ha de perecer y pasar como sombra y como viento.

 

Quien espera, todo lo sufre, todo lo lleva, no siente nada dificultoso

10. El que tiene este bien, el que tiene en su corazón esta esperanza, el que espera estas ciertas riquezas, está alegre y gozoso. Dígalo San Joán en su primera canónica […]. Mirá, hermanos, que de antemano los que agora sirviéremos a Dios tenemos este bien, hanos hecho el Padre merced, esta caridad, hanos mostrado en esto el amor que nos tiene, que nos nombremos hijos de Dios, y lo seamos (1 Jn 3,1), mientras en este mundo viviremos, porque no podemos por agora gozar de su conocimiento claro; pero cuando en hora buena salidos de esta carne miserable apareciésemos, [se nos] descubrirá para que nos gocemos; vello hemos y gozarnos hemos con verle; verle hemos como Él es, visión clara sin estorbo.

 

Dos motivos de consuelo para quien ha de morir: Cristo pasó por ello; es paso para la vida

18. Para los que tienen de morir, oíd dos remedios, no para excusarla, sino para que, sin poderte excusar, haya de venir ese consuelo en ella y la reciba con alegría: el primero es pensar que Jesucristo Nuestro Señor pasó por ella y por los trabajos de ella. Aunque el buen cristiano pudiese excusar la muerte, viendo a su Señor Jesucristo que pasó por ella, no había de querer excusarse, y cuando en algunos trabajos y desconsuelos se viese, se había de alegrar mucho en ellos, por habellos tenido Jesucristo y por parecerle en ellos. El otro remedio es querer temer la muerte. Piense que, aunque parece cosa triste y temerosa, que por ella se pasa a la vida que es alegre y llena de deleites. Salimos de las miserias de este mundo y vamos a gozar de los bienes que Dios nos tiene prometidos en el otro; salimos de los peligros y vamos a la seguridad, y salimos del destierro y vamos a la propia tierra nuestra, que es el cielo.

—Señor, ¿tenemos alguna seguridad, tenemos alguna prenda que nos pase por este paso? —¿Vos no sois batizado? ¿Y no os metieron debajo del agua, que es señal de morirse? Pues Dios Nuestro Señor, ¿no sacó a los hijos de Israel por mitad del agua del mar Bermejo? Salieron libres y vivos; salieron vivos entrando por medio del mar. ¿Qué quiere decir esto? Que ansí como en el baptismo te metieron debajo del agua y salisti vivo, así entrarás en la escuridad y terrible trago de la muerte, y saldrás vivo; tragarte ha la ballena y gomitarte ha como a Jonás. Dice San Pablo […] En verdad que si creemos que Jesús murió y resucitó, que también nos resucitará a nosotros con Él, si muriésemos por Él (1 Tes 4,14). ¿De dónde vale esa consecuencia? Vale, porque cierto está que donde están los pies está la cabeza, donde está el cuerpo allí se llegan las águilas. Ubi est corpus ibi congregabuntur aquilae (cf. Mt 24,28; Lc 17,37).

 

19. Ya Él ha tomado la posesión por todos; allá nos está esperando. Él pagó nuestros pecados; ya nos concilió por su preciosa sangre al Padre. Él pagó nuestras deudas; ya estamos presos en Él; todo lo que Él tiene es nuestro; para nosotros lo quiere. Seguro va a juicio quien padre tiene alcalde. Ámalo, hermano. Goza del bien que te ganó. Encorpórate con Él y entrarás en tu propia honra. No temas nada. Para subir allá, grandes trabajos pasó Él; así te ha de costar a ti. Ten fortaleza y pídele socorro, que dártelo ha. No habrá cosa, por fiera y espantable que sea, que con su ayuda no la venzas. No temas, que Él solo basta para defender de todos cuantos sobre la tierra te pueden contradecir. Pues un hombre por ahí se pone a morir, si es menester, por lo que a su esposa cumple, por la uñita de su pie, cuánto más virtud hay en Jesucristo para hacer esto por quien Él ama y por quien Él es amado, y en cuyos ánimos vive y mora. Llámalo, que Él y nosotros somos uno, un cuerpo somos, Él la cabeza y nosotros los miembros. Grandes prendas de amor nos ha dado. Quien esto entiende, ¿cómo toma pena por los muertos, como lo hacen los que no tienen esperanza?

 

Esperanza tengo de que este difunto está en camino de salvación

29. Veis aquí dos maneras de estados de personas: unos viven con esperanza, y conforme a ella obran y tienen mucho cuidado de sus ánimas y conciencias; otros viven descuidados, temerosos, desconfiados y con mucho temor de la muerte. […]

Más me consuelo yo con éstos que con un San Pedro y San Pablo, porque aquellos bienaventurados santos, como fueron las primicias del Espíritu Santo, recibieron grandes dones de la misericordia del Señor, con que obraron las maravillas y obras que sabemos que obraron; pero estos con quien tratamos, que conocíamos flaquillos como nosotros, nos dan aliento y nos esfuerzan para que esperemos que también nos hará Dios misericordia y que también nos salvaremos nosotros como ellos.