Miradas actuales al nuevo Doctor. Reformador

Reformador*

Saturnino López Santidrián
Facultad de Teología del Norte de España. Burgos

 Introducción: Ganado para Dios

“Le hizo Nuestro Señor merced de llamarle con muy particular llamamiento” [1]. Además de ese llamamiento por el que deja el estudio de las leyes para entregarse plenamente a Dios, el Señor le concede una especial experiencia por la que le da fuerzas para secundar su deseo: “Me dijo que en este tiempo le hizo nuestro Señor una merced que él estimaba en gran precio, que fue darle un muy particular conocimiento del misterio de Cristo” [2].

1. Celo por rejuvenecer la Iglesia, esposa de Cristo y cuerpo místico

Tanto la idea de la Iglesia como esposa de Cristo, sin mancha ni arruga, como el concepto paulino de Cuerpo Místico impulsan al Maestro Ávila a predi­car sin descanso [3]. La Iglesia es prolongación de la donación de Jesucristo a los hombres, por eso sus ansias de hermosearla. Como esposa y cuerpo de Cristo, ha de ser bella y busca­dora de perfec­ción. La mundanización en la Edad Media y las dispen­sas y mitiga­cio­nes del tiempo del Cisma de Occidente habían empa­ñado sus idea­les y deslizado a muchos a la here­jía. Los autores espirituales reformadores del siglo XV y XVI toman como punto de referencia la iglesia primera (primum aevum), la iglesia joven, la iglesia de los apóstoles y de los mártires, y aún la de los grandes obispos y doctores.

2. Reconocimiento del pecado y recurso a la misericordia divina

El método del experimentado predicador va a ser antiguo en ascética, "inducir a los hombres a aborrecer los vicios y a amar la vir­tud" y, para alcanzarlo, "mirarse a sí mismo" (imagen deformada) y, sobre todo, "mirar a Cristo" (imagen perfecta de Dios) [4]. Resalta, inclu­so en tintas muy ne­gras, las "mise­rias" humanas, pero, mucho más la confian­za en la grande y sublime mise­ri­cordia de Cristo Redentor [5]. Al Maestro Ávila le duele cualquier mancha en los cristianos y en la Iglesia, pero en su corazón no entra la acritud, sino la firme esperanza. La misericordia de Dios se nos ha hecho patente en Cristo, por lo que no podemos desconfiar: "Pues ¿por qué desesperas, hombre, teniendo por remedio y por paga a Dios humanado, cuyo merecimiento es infini­to? [6].    

3. Necesidad de reforma

Enquistados permanecen los derechos de presentación y otras viejas causas de relajación. La Iglesia está enferma y el remedio ha de ser proporcionado “para llagas tan afistoladas” [7]. Cosa natural es indagar cuál fue la causa por la que vino un mal, pues saberlo es la primera garantía de ponerse en camino para remediarlo. El predicador gime entristecido. Cristo lloró ante los males que habían de venir a la Jerusalén de piedra, mas sobre la Jerusalén del espíritu, la Iglesia universal, no queda otra reparación a los celosos que gemir, pues los responsables dicen que no pueden remediar nada [8].

4. Causas del desgarro de la unidad

Las causas que han contribuido a las herejías, las resume en tres: 1ª) La mala conciencia, que busca justificación a las pasiones. 2ª) Pastores negligentes y falsos profetas. 3ª) La justicia de Dios, que permite unos pecados como castigo de otros.

5. La cura de humidad y de firme confianza en la Providencia

Invita a aprender en la pedagogía divina, para que llorando la pérdida de los hermanos separados, “pongamos remedio a nuestras vidas”. Pues si mucho hay que lamentar mirando a ellos, “mucho de temer mirando a nosotros” los que hemos quedado. En el viaje de Jonás la tempestad se había levantado por culpa de quien estaba descuidadamente dormido [9]. Su sentido la fe y agudeza natural nos llevan al punto central de lo que hoy es la esperanza de la labor ecuménica: “Puede ser que tanta salud cobremos nosotros remediando nuestros males con la penitencia y enmienda de vida, que recibamos de la mano de Dios mercedes dobladas; una, de nuestra salud, que no enferme; y otra, de la salud de nuestros hermanos que han enfermado” [10].

6. Reforma integral: de mente, corazón y obras

Se ha de reparar no sólo entendimiento, sino, también voluntad. No es cuestión únicamente de conocer, sino de sentir y amar. Juan de Ávila tiene una interesante filosofía de la ley y traza una metodología de reforma integral, que ha de ir acompañada con el estímulo del buen ejemplo y educación de la voluntad. El camino usado de muchos, dice, “suele ser hacer buenas leyes y mandar que se guarden so graves penas”, mas, los súbditos, como no sientan el provecho, ni haya en ellos virtud, buscarán subterfugios para no cumplirlas.

Alaba la pedagogía de la antigua Persia, que formaba la afectividad hacia las buenas costumbres por la recta alineación de buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones. “Vivían por buenas costumbres, instituyendo en virtud a sus ciudadanos [11]. En efecto, los “parsis” ejercitaban a su juventud en las virtudes cívicas. Su maestro no exigía lo que no estaba dispuesto a dar, porque se convertía en escándalo. Vemos que Juan de Ávila, en su formación humanista, había leído la Ciropedia [12], donde se habla de esto. Lamenta que muchos mandan “y no ayudan a cumplir” [13].

 7. Reforma de las personas, del primero al último (“in capite et in membris”)

Hace un repaso general: El Papa y la Curia. Los obispos. Cabildos catedrales. Clerecía. Órdenes religiosas (“las religiones”). Laicos: clase alta; hidalgos… Por ejemplo, por lo que se refiere a los eclesiásticos, dice: “¡Oh quién viera aquellos antiguos prelados de la Iglesia y los cotejara con algunos de este tiempo, y se los pusiera delante de los ojos para que vieran cuán extraño traje y vida tenían entre sí y cuán poco hallaran de obispos, comparados con aquéllos!” [14]. También de los seglares deja un retrato interesante: “El holgar es cosa muy usada en España, y el usar oficio muy desestimada; y muchos quieren más mantenerse de tener tablero de juego en su casa, o de cosa semejante, que de usar un oficio honesto. Porque dicen que por esto pierden el privilegio de la hidalguía [15].

8. Dos puntos en discusión: rentas de los eclesiásticos y el celibato

¿Cómo ha de ser el mantenimiento de los eclesiásticos, clero pobre o rico?  Hay quienes parecen confundir la honra del mundo con la de la Iglesia, la consideración material con la espiritual. Aunque a los eclesiásticos virtuosos las riquezas les puedan ayudar a ejercer virtudes,  éstos son tan pocos que es razón tener en cuenta lo que más ocurre. Procúrese a los eclesiásticos vida sin mendicidad y sin riquezas, “señalándoles un razonable mantenimiento”, sugiere. Sin embargo, Melchor Cano, que alardeaba de máxima prudencia y excelente olfato, no considera tal proceder el adecuado: “Erasmo y los luteranos hicieron en Alemania gran plaza a los Príncipes e al pueblo de los inconvenientes que había en las riquezas de las iglesias y monasterios. El efecto que se siguió ya lo vimos” [16].

Por lo que al celibato de los sacerdotes se refiere, considera que sus altas funciones “piden al hombre entero y no dividido”. Cambiar la disciplina “por condescender a flaqueza de flacos” conllevaría “disminuir la limpieza del trato de los ministerios celestiales” y no se dotaría a la Iglesia de una vida más pujante, sino proclive “de seguir mayor incentivo de cudicia” [17]. 

9. Reforma de las estructuras

Para la reforma de las estructuras eclesiales trata los siguientes temas: Concilios y sínodos. Obligación de la residencia. Racionalización de las diócesis y parroquias. Seminarios. Colegios menores. El cuidado de pobres y enfermos. Especialmente, hay que formar un clero de profundas convicciones interiores, de modo que para caminar no necesite la espuela de preceptos y censuras, sino, más bien, “la rienda a su virtud y celo” y “el medio, pues, para hacerlos tales cuales se desea es poner en debida ejecución el seminario” [18].

10. Una fuente singular de los “Memoriales”

En los argumentos de los Tratados de Reforma, especialmente en las Causas y remedios de las herejías, sigue y completa intencionadamente el esbozo ofrecido por Juan Gersón en el sermón predicado el día de la Concepción de la gloriosa Virgen María en el Concilio de Constanza [19].

Conclusión. El nuevo interés por Ávila reformador

Hubo un tiempo en que los Memoriales de Reforma quedaron aparcados, al parecer, por dos razones. En primer lugar porque el proyecto de reforma que ofrecían se hallaba más seguro y completo en el decreto De reformatione de Trento. El editor de las Obras de Ávila en 1618 justifica su exclusión por la censura del P. Ovalle: “Los avisos que el dicho Maestro envió al sacro concilio Tridentino son todos en materias ya en la cristiandad remediadas” [20]. La segunda razón es que autores, como Cano, ven inoportuna la evocación a la iglesia primitiva, por ser manejada a favor de las críticas protestantes. 

Como conclusión podemos decir que hoy se valora la fuerza y frescura del manantial primero y es analizado con interés de cara a un sincero encuentro de revitalización en Cristo.



En La confesión de la fe, EDICE, Madrid 2013, pp.211-218.

1 L. de GRANADA, “Vida del padre maestro Ávila y de las partes que ha de tener un predicador del Evangelio”, en Obras completas, XVI (Fundación Universitaria Española, Madrid 1977) 18.

[2] Ididem, 79.

[3] Cf. Sermón, 36, Obras Completas (OC) III (2002) 461.

[4]  L. de GRANADA, Vida, p. 1ª., c. 3, nº. 6, en Obras XVI, 46.

[5] Cf. Audi, filia [I], dedicatoria, 433-434; OC I (2000) 407.

[6] Audi, filia, c. 19, 1891-1903, OC I (2000) 579.

[7] Memorial I, n. 14, OC II (2001) 493.

[8] Sermón 20, OC  III (2001) 253-254.

[9] Memorial II, n. 51, OC II (2001) 576: “Fuego se ha encendido en `la ciudad de Dios´, quemado ha muchas casas, y el fuego pasa adelante, con peligro de otras.  Mucha priesa, cuidado y diligencia es menester para atajarlo”.

[10] Memorial II, n. 3, OC II (2001) 523.

[11] Memorial I, n. 2, OC II (2001) 485.

[12] Cf. JENOFONTE, Ciropedia (Gredos 108, Madrid 1987) 510 págs. “La educación de los persas”, pág. 78-88: Lib. I, 2, 2-16.

[13] Memorial I, n. 2-3, OC II (2001) 485-486.

[14] Advertencias I, 3, OC II (2001) 647.

[15] Reyes, n. 16, OC II (2001) 638.

[16] “Censura de Melchor Cano del Catecismo de Carranza”, en F. CABALLERO, Conquenses Ilustres. II. Melchor Cano (Madrid 1871) 602.

[17] Memorial II, n. 91, OC II (2001) 612.

[18] Cf. Advertencias I, n. 37, OC II (2001) 680-681.

[19] Joannis GERSON II, Opera omnia, II (Sumptibus Societatis, Antwerpiae 1706) 309-313: Sermo de morbis et calamitatibus Eccleae et de signis futuri judicii [Sermón acerca de las enfermedades y calamidades de la Iglesia y de los signos del juicio venidero]. Juan de Ávila lo cita como De signis ruinae Ecclesiae: Memorial II, n. 34, OC II (2001) 558-559.

[20] Introducción, OC II (2001) 461.  Cita a Vida y obras (1618) t. I, fol. prel. (2) v.